Monje.— Cuando en la década del 50 la Comisión Comunal de ese entonces decidió lotear la zona de La Boca, muy alejada del casco urbano, donde la confluencia del arroyo Monje y el río Coronda y conforma uno de los paisajes más bellos de ríos de llanura que caracterizan a la provincia, dio tal vez sin dimensionarlo uno de los primeros pasos de lo que hoy es el cada vez más ascendente miniturismo santafesino…
La Boca es una playa de arena, ubicada a varios kilómetros de donde se asienta la traza principal de la comuna, que aún conserva un atractivo aspecto natural como si la propia geografía resistiera la acción de la mano del hombre. Y es uno de los lugares más atractivos que ofrece el lugar.
Sin embargo, y pese al entorno natural, en esa zona se ha generado un conglomerado importante de viviendas, junto con complejos de cabañas, campings, casas de alquiler, un dispensario y hasta una escuela. Se trata de un sitio muy elegido por muchas personas para una escapada de fin de semana, o para unos días de vacaciones.
Además, el pueblo es también sede de la fiesta anual de los balnearios, que hace pocos días congregó en La Boca a más de diez mil personas. Los festejos terminan siempre con la coronación de la reina, que se elige entre las bellezas de la región.
Desde hace un tiempo a esta parte un rumor corre por toda Monje: se comenta que un grupo de inversionistas tendría la intención de recrear muy cerca del lugar, sobre la costa del Coronda, un espacio de viviendas similar a lo que ofrece El Tigre en provincia de Buenos Aires.
Los pioneros. Precisamente allí habitaron los primeros pobladores, que fueron los indios Chaná, o también llamados Chaná Beguás, una tribu pacífica que se dedicaba a la pesca y a la alfarería.
En ese mismo lugar se instaló una reducción de la orden Franciscana, denominada San Bartolomé de los Chaná, con el objetivo de evangelizar a los aborígenes. Sin embargo, una epidemia de viruela y el ataque de tribus más belicosas prácticamente terminaron con este asentamiento indígena en la zona.
Con el paso del tiempo, una familia española de apellido Alzugaray se estableció en estas tierras, con títulos provenientes de la Corona española, y ocupó una lonja que iba desde el río Coronda y hasta lo que hoy es la localidad de Díaz.
Fue la familia Alzugaray la que donó los terrenos para la estación de trenes, y el trazado urbano de la localidad, que en principio tomó el nombre de uno de los Alzugaray, y se llamó San Julián.
Como en muchas otras poblaciones de provincia de Santa Fe, el paso del ferrocarril y la construcción de la primera estación son tomados como la fecha fundacional del pueblo. En el caso de Monje, este acontecimiento fue el 15 de junio de 1891, día en que se inauguró la estación del ferrocarril que unía Santa Fe con Rosario.
A su alrededor se fueron instalando las primeras casas, se armaron las manzanas originales y se instalaron los comercios.
La estación de trenes se llamó Monje, al igual que el arroyo, y el nombre fue usado después para bautizar la localidad, cuya principal actividad hoy, además del miniturismo, es la producción agrícola y ganadera.
Esta localidad del sur santafesino, ubicada en el departamento San Jerónimo, sobre la ruta 11 a unos setenta kilómetros de Rosario, y habitada por unos 2.500 vecinos, logró recuperar una nueva dinámica social (que había perdido) con la construcción de un importante acueducto.
La actividad social de la localidad se concentra en dos clubes con muy buenas instalaciones: el club Granaderos, fundado en enero de 1912, y el San Julián, que nació 20 años después.
Ambas instituciones, tradicionales para esta población, son centros de dos eventos anuales clásicos y característicos. Uno es la cena de los ravioles caseros, que organiza el club Granaderos sobre finales de julio o principios de agosto. Y el otro son las fiestas Vascas, que en octubre realiza el club San Julián. Estas fiestas movilizan a la mayoría de los habitantes de Monje
Fuente : Diario La Capital
Fotos: Propias