Brasil: Praia do Rosa / Más que verano y la ballena franca tiene razón

El mamífero que llega hasta Península Valdés sabe elegir paisajes también en Brasil; de julio a noviembre visita esta playa de Santa Catarina que combina sierras, lagunas, buena gastronomía y grandes anfitriones…

PRAIA DO ROSA.- Suzana espera a un huésped pie caliente . Así llaman a quienes traen buen clima y la llegada de este hombre, que viene todos los años, nunca coincide con lluvia. Claro que son sólo dos meses, julio y agosto, los que tienen tiempo frío e inestable, con probabilidad fuerte de chaparrones. El resto del año cuenta con un sol que se esconde poco y una temperatura que difícilmente baja de los 20°C.

Esa es una de las virtudes de esta playa del sur brasileño, a 80 kilómetros de Florianópolis, que busca ampliar su temporada alta con restaurantes y comercios que abren todo el año. Porque en enero la ocupación es total, con mayoría de turistas argentinos, y en febrero pasa casi lo mismo, aunque el Carnaval tenga color paulista.

Las casas y posadas distribuidas en los morros ofrecen panorámicas variadas y sorprendentes. Lagunas escondidas entre la selva, valles desolados y playas atractivas y diferentes se combinan en un pueblo originalmente de pescadores, que en los años 70 empezó a recibir surfistas para luego abrir las puertas a viajeros más tradicionales, que ahora llegan en familia o grupos de amigos.

Suzana fue una de las pioneras. Amante de las tablas construyó una casa frente al mar, que hace cuatro años convirtió en Solar Mirador, una posada de lujo. Ella es dentista, pero nació para anfitriona, con alegría tan brasileña como la del Capitán David, un instructor de surf que ha formado a tantos argentinos que, asegura, ya se le pegó el chamuyo .

Famoso en toda la región, él enseña con una paciencia que asombra los primeros pasos de esta actividad. Dice que el surf "no es bueno, sino necesario", y asegura que cualquiera puede subirse a una tabla si de verdad quiere hacerlo.

Al Capitán se lo ubica en la bahía Rosa, playa principal e integrante del selecto Club de las Bahías más Bellas del Mundo ( www.world-bays.com ). Al igual que el resto de las playas, ésta se mantiene casi virgen, con unos pocos paradores que se convierten en refugio del sol. Entre ellos está el restaurante Coral, ideal para un pescado fresco a la plancha o una picada de mariscos a escasos metros del mar.

Su dueño es Marcelo Heredia, un argentino que había llegado de noche, desorientado, y que se enamoró del lugar con la luz del día. Era gerente de una gran empresa en Buenos Aires, pero largó todo hace 11 años y cumplió su sueño de poner un bar en la playa. Hoy es un experto en climatología, como todos sus vecinos, que en territorio surfista tienen un gurú compartido: la página www.windguru.com .

Hasta la bahía principal, cerca del centro (que es de apenas una calle), el camino sube y baja, como en casi todo el lugar. Ir a pie de un sitio a otro puede resultar cansador, pero moverse en auto no es imprescindible, menos aún en verano, cuando todo se congestiona. Además, las calles no están en excelente estado; hay demasiados serruchitos .

La vista de la bahía es perfecta desde el hotel de Suzana, donde el panorama incluye una pequeña laguna, que debe atravesarse en canoa si uno quiere ir desde allí hasta la playa. También tiene un gran mirador la posada Rêmora, donde su dueña, Soraya, atiende a los visitantes con un humor tan bueno como contagioso. En la altura de su hospedaje se puede ver, hacia el otro lado, un valle de pastos bajos que parece un oasis dentro de la jungla.

Entre julio y noviembre, las panorámicas del mar incluyen decenas de ballenas franca austral, cuyos movimientos también se disfrutan desde la costa, porque se acercan muchísimo. El enorme mamífero que llega hasta Península Valdés alimenta aquí a sus crías en sus primeros meses, para partir luego en viajes prolongados. Para seguirlas de cerca hay propuestas de avistamiento que parten desde Garopaba , a 15 kilómetros.

La mayoría de los alojamientos de Praia do Rosa se integra visualmente al marco natural y aprovecha los matorrales para dar privacidad a sus huéspedes. Algunos no aceptan chicos, porque incluso les resulta peligroso ante desniveles del terreno muy pronunciados.

Gran parte de los veraneantes son adolescentes que viajan por su cuenta, aunque el lugar está cambiando su perfil, a partir de posadas de alta gama para parejas y familias y de restaurantes gourmet que se dedican, en muchos casos, a la comida étnica. Tanto el Tigre Asiático como Urucum, que fusiona recetas e ingredientes de las culturas indígenas, negra y portuguesa, son muy buenos ejemplos.

 

Barra de Ibiraquera
La casa de Karen y Henri es la Torre de Babel en pleno sur brasileño, según dice el matrimonio que acostumbra a recibir astrólogos, artistas y locos de todo tipo. Sus amigos llegan hechizados por el lugar, aunque también por la onda genial de esta dupla de gaúchos , que decidió armar sofisticadas cabañas para alojar a un máximo de tres parejas. El nombre del lugar es Ponta da Piteira y en unos meses contará con tres habitaciones más.

Henri tiene aquí la mejor oficina del mundo. Es simplemente un sillón en la terraza, frente a la laguna de Ibiraquera, con el mar de fondo. El paisaje cambia lentamente. "Parece un cuadro de Michelángelo", dice el hombre mientras prepara un asado vacuno, que servirá jugoso y con harina de mandioca.

Esta región, justamente, se ha caracterizado por su gran cantidad de familias dedicadas a procesar la mandioca de manera artesanal. Todavía quedan casas con pequeños molinos, pero la mayoría ha perdido la tradición, para dedicarse al turismo.

En pleno atardecer de Ponta da Piteira, los botes de pescadores, con sus faroles encendidos, modifican otra vez el paisaje de pintura. Los camarones frescos que ellos obtienen son parte esencial de la cocina lugareña, en algunos casos muy sofisticada, como el de Lua Marinha: este restaurante de estilo rútico ofrece ostras gratinadas con ananá como especialidad de la casa.

La zona de Ibiraquera cuenta con dunas de arena blanca de hasta 30 metros, donde se practica sandboard ( ver aparte ). Entre esta playa y la bahía de Rosa está el balneario Luz, también en forma de bahía, que se enfrenta con una pequeña isla llamada Batuta. Colmada de vegetación, en ella hay una sola casa y un único habitante, que suele nadar los 200 metros hasta la costa aunque las corrientes enloquezcan y él tenga que llevar a cuestas una garrafa de gas. Es un espectáculo extraño, cuentan los habitués, que también se mezclan entre las olas pero utilizando una tabla.

Por Martín Wain
Enviado especial
Foto: Enviado especial   /   Julián Bongiovanni

Datos utiles
Cómo llegar

Para llegar a Praia do Rosa, la vía más directa de Buenos Aires es volando a Florianópolis (con escala hasta la temporada de verano, US$ 497 por TAM, en www.despegar.com ). Desde allí, una hora y media de ruta.

Dónde dormir
Ponta da Piteira: www.pontadapiteira.com.br
Solar Mirador: www.solarmirador.com.br
Village: www.villagerosa.com.br
Bungalows: www.bungalow.com.br
Moradas do Ico: www.moradasdoico.com.br
Pousada Rêmora: www.pousadaremora.com.br

Dónde comer
Coral: www.coralrestobar.com.br
Tigre Asiático: www.tigreasiatico.com
Urucum: www.solarmirador.com.br/gastro.htm
Lua Marinha: www.luamarinha.com.br

Tablas, velas y más, a favor de la corriente
La zona fue creciendo gracias al surf, pero los deportes se han multiplicado. Ibiraquera es considerada una de las mejores para practicar windsurf en toda Brasil, en el mar, pero también en el lago, ideal para la práctica de slalom y el kitesurf. Justamente, la elite de estos deportes se junta allí, cada octubre, para la Ibiraquera Wave Contest, uno de los principales torneos del continente. Un habitué es Kelly Slater, múltiple campeón. En noviembre se realizarán, además, competencias internacionales de surf y jet ski

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