Entre Rios:48 horas en Gualeguaychu

Dos ríos y un parque natural con especies autóctonas enmarcan la ciudad famosa por el Carnaval, donde abundan los paseos y los sitios históricos.
Agazapada justo donde se enlazan los ríos Gualeguaychú y Uruguay, en el sur de Entre Ríos, la ciudad de Gualeguaychú y su gente no esperan la hora señalada de la fiesta mayor, motorizada por carrozas, bastoneros, lentejuelas y batucadas…

A cinco meses de estallar el Carnaval más convocante del país, aquí se disfruta sin ansiedades de un envidiable paisaje natural, los lugares transformados en hitos que determinaron hechos históricos y la periferia rural, un vistoso collar de pueblos y campos sembrados sobre lomadas. Un tentativo recorrido de dos días permite sondear este universo que mezcla colores vívidos con muestras de hospitalidad, exquisita comida regional y mucha calma.

PRIMER DIA

 

8.00 El desayuno en la terraza del hotel Aguay -un cálido living con sofás, veladores y amplios ventanales con cortinas- deleita con jugo exprimido, torta de naranja y enormes medialunas y viene con yapa: una luminosa panorámica del río, el parque Unzué y las dos cúpulas de la Catedral, asomadas entre palmeras.

 

9.00 Diez cuadras hacia el oeste, en el casco histórico desplegado alrededor de la plaza, la Casa de Haedo es la última reliquia en pie de los tiempos de la colonia. Puertas fabricadas a hachuela, paredes de ladrillos y adobe y el jardín al estilo del siglo XIX son algunas marcas registradas de época de esta finca de 1812, transformada en Museo de la Ciudad.

 

10.00 Entre otros especialistas, el museólogo Aurelio Gómez Hernández se encarga de la restauración de la Catedral San José. De a poco, recobran su brillo original las pinturas, techos, luces, campanarios, columnas pintadas con marmolina, una talla en madera de pino, una imagen hecha en cedro por guaraníes y un órgano de Alemania, con 2.300 tubos, carrillón y teclados.

 

11.00 También el teatro Gualeguaychú -con 650 butacas, dos niveles de palcos y tertulia-, está en una etapa de renovación a fondo. Espátula en mano y manchada por acrílico dorado y purpurina con que pinta zócalos y marcos, María Inés Preisz sabe guiar a la perfección por cada sector de esta reliquia de 1914.

 

12.00 Museo, biblioteca, hemeroteca y sala de exposiciones, el Instituto Magnasco sorprende con la colección completa de la revista «Caras y caretas» y los diarios publicados en Gualeguaychú desde 1850. La presencia de jóvenes sumidos en la lectura obliga a susurrar al historiador Luis Luján, entusiasmado con el relato de los orígenes del sur entrerriano.

 

13.00 Dacal -el restaurante más antiguo de la ciudad- va tomando color con su nutrida clientela. Pruebo y compruebo algunas razones de tamaña popularidad: empanada de surubí y roquefort, un suculento surubí al verdeo y flan casero. Después de esa caricia al paladar, se ven aún más atractivos el parque Unzué, la pérgola de la Costanera, la isla Libertad y un puente de hierro.

 

14.00 Después del almuerzo cuesta seguir el paso de los gualeguaychenses, que trotan o caminan por el bulevar costero, vigilados por corpulentas palmeras. Conviene apurarse porque está por zarpar Aventura, la lancha de Raúl Almeida que sigue el curso de 13 km del Gualeguaychú hasta la desembocadura y 7 km por el Uruguay. Las playas se alternan con cerritos y selvas en galería, frecuantadas hace siglos por pobladores chaná y guaraníes y hoy transitada por garzas, cigüeñas, bandurrias, zorzales y horneros.

 

17.00 Regreso a la ciudad decidido a comprobar in situ las alabanzas al patio con aljibe del rancho techado con chapa a dos aguas, donde Olegario Víctor Andrade pasó su infancia. Mientras tanto, en la sala empieza una charla que anima un grupo de intelectuales.

 

18.00 «Los entrerrianos somos fanáticos de la calabaza: agrega sabor a la yerba»; «agregarle azúcar es un despropósito». En el Patio del Mate, Mario Boari explica las virtudes de esta infusión muy arraigada en estos pagos. Parado al frente de su local de venta y exposición de mates (también los hay de cuerno de vaca, vidrio, plata, alpaca, palo santo y algarrobo), es un espontáneo docente de tradiciones.

 

20.00 A la vuelta del Patio, el frío creciente me obliga a refugiar en la casa de artesanías Matedulce. La fortuita elección viene con premio: una picada gratis de quesos y salames elaborados en chacras cercanas. Otros turistas llegan con el dato preciso de los imperdibles dulces y escabeches «Mujeres del Gualeguay».

 

21.00 En el asador Estilo Criollo, con sus facciones gringas tiznadas por el humo de las brasas de espinillo, Néstor Miño sirve vacío y costillar y cumple con creces con su promesa de un inolvidable asado entrerriano.

 

23.00 Miño -el hombre de palabra de la parrilla- también había prometido un trago en un pub. La sobremesa con este hombre nutrido de anécdotas sigue entre las estridencias de Don Ramón, un monólogo lleno de modismos locales, a la espera de un homenaje en ausencia a Joaquín Sabina.

 

SEGUNDO DIA

7.00 Para poder completar el circuito de los pueblos rurales, devoro a las apuradas un tostado y una porción de lemon pie con café en el bar Vairoletto, un clásico abierto a toda hora.

 

9.00 A 80 kilómetros de Gualeguaychú por las rutas 14 y 39, el Palacio San José es la más suntuosa muestra de la impronta dejada por Urquiza en suelo entrerriano. Las esculturas, eucaliptos y palmeras del parque brindan un marco señorial al paseo.

 

10.30 Hacia el sur, Basavilbaso resguarda el patrimonio cultural de la colonización judía -iniciada en 1894-, con tres sinagogas y el Cementerio Israelita. Los vecinos también recuerdan con detalles la época gloriosa del ferrocarril.

12.00 La ruta 20 vincula un puñado de aldeas forjadas por inmigrantes alemanes del Volga. En Urdinarrain, jardines rebosantes de flores adornan los chalés. La estación inglesa es hoy un paseo con pérgola, juegos infantiles, Museo Agrícola y centro artesanal.

 

13.30 Como los cuadros pintados por «Petín» Agostini que decoran las paredes, el almuerzo de lengua a la vinagreta y ravioles caseros en el hotel Solar del Aguay, en Larroque, es una magistral obra de arte.

 

14.30 Alrededor de la estación -el arcón de objetos antiguos que resguarda la historia de Larroque-, ganan presencia las lomadas del horizonte entrerriano. A pocas cuadras, araucarias, palmeras, ceibos y un roble rojo bermellón se mecen alrededor de La Tera, la casa que perteneciera a la escritora María Esther de Miguel. Todo permanece intacto en el interior, desde sus 3.200 libros hasta los premios recibidos por la autora de «El general, el pintor y la dama».

 

17.00 Gualeguaychú irradia su eterna calma en el vasto Parque Unzué. Unos se dedican a matear a la espera del atardecer, mientras otros se aprontan para ese momento incomparable estirando los cuerpos en un circuito atlético. En el más absoluto silencio, un velero tajea el agua marrón del río.

 

18.00 Para llegar al otro río, el exuberante Uruguay, hay que atravesar las cabañas de Pueblo Belgrano. Aprovecho para hacer una parada reparadora en las Termas de Gualeguaychú y, reconfortado, sigo viaje hasta el balneario Ñandubaysal. Aquí el atardecer es otro cuadro perfecto. Los últimos rayos resaltan la blanquísima confitería Scorpio, diseñada por el artista Carlos Páez Vilaró según las líneas eclécticas de Casapueblo.

 

20.00 Frente al Corsódromo, Marcela Faiad conduce una visita al galpón de la comparsa Kamarr, coloreado por carrozas, tocados, espaldares y plumas. El Carnaval toma forma sin estridencias.

 

22.00 El acto final transcurre sin tensiones -a la medida de esta ciudad amigable- en el restaurante del hotel Aguay. Mientras la guía Alicia Retamoza suspira por haber logrado completar el circuito, el camarero acerca una provoleta, anuncia canelones y recomienda deleitarse con manzana al champán y helado en la terraza. Un par de horas después sigo empalagado con la vista de Gualeguaychú, esta vez encendida por la luna llena.

 

Fuente:Cristian Sirouyan./Suplemento Viajes Diario Clarin
csirouyan@clarin.com

 

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