Mar abierto, tiempo de navegar:Una manera distinta de viajar

Hasta la costa brasileña, el Caribe o incluso Europa, aventuras únicas, pero no sólo para marineros experimentados.Hay formas y formas de viajar, y también hay viajeros y viajeros. Hay quienes prefieren los tours perfectamente organizados con servicios de primer nivel y los que buscan opciones más personales y relajadas. También están aquellos que deciden hacerlo de una manera completamente distinta, y entre éstos, figuran esos para quienes el mar sigue siendo la mejor vía de comunicación y también la más atrapante…

A la manera de los antiguos marineros, muchos optan por conocer nuevos destinos o vacacionar a bordo de un barco, en una forma de hacer un turismo distinto, en el que se combina la aventura con el desafío y el contacto directo con la naturaleza.

Uno de ellos es Enrique Costa. Cuenta que siempre tuvo la idea de realizar una travesía larga en el barco con su mujer, pero por distintas circunstancias era una idea que se iba postergando. «Hace un tiempo quedé sin trabajo y entonces pensé éste es el momento . Ahí la agarré y le dije: Nos vamos a Europa en el barco . Al principio me miró con cara rara, pero al rato ya estábamos haciendo los planes. Y bueno, estuvimos un tiempo preparando el velero para adaptarlo a la navegación que íbamos a hacer y cuando estuvo todo listo, partimos.»

Alicia, su mujer, agrega: «El viaje comenzó por Uruguay y después fuimos subiendo por toda la costa brasileña hasta llegar a Natal, donde hicimos el cruce del Atlántico hasta las islas de Cabo Verde. Después, fuimos subiendo hasta Canarias y continuamos viaje hacia el Mediterráneo y el Adriático y recorrimos las costas española e italiana. Si bien teníamos un itinerario armado, lo fuimos cambiando sobre la marcha y entramos en pequeños puertos que no sabíamos que existían. La rutina era sencilla: anclábamos, arreglábamos el barco y después íbamos a tierra a recorrer; a veces alquilábamos un auto, íbamos por ahí y dormíamos en algún hotel? Teníamos una libertad plena».

Cuando se los consulta sobre cómo fue la experiencia, no dudan en calificarla como maravillosa . Alicia toma la palabra y dice: «Fue increíble. Si bien pasamos algunos momentos difíciles cuando nos alcanzaron un par de temporales, el resto compensó con creces esos malos ratos».

Hace dos veranos, los Aranguren decidieron cambiar las típicas vacaciones por unas más atractivas: pensaron en recorrer parte del Caribe a bordo de un catamarán. Amantes de la náutica, José María, junto con su mujer, Silvia, y sus seis hijos subieron a una embarcación de 55 pies en Venezuela y estuvieron durante casi dos semanas saltando de isla en isla por esa zona del Caribe.

«Arrancamos en puerto La Cruz, Venezuela, y desde allí nos dirigimos al archipiélago Los Roques. Las islas de la zona son las típicas del Caribe Sur, muy áridas, con playas increíbles, bahías muy lindas y poca población -cuenta José María-. Estar a bordo permite ir de un lado a otro sin preocuparse por los horarios o el tiempo que uno va a estar en cada lugar. Nosotros llegamos a un lugar que nos gustaba y nos quedábamos allí haciendo snorkel, buceando, nadando o simplemente tomando sol… La vida es muy relajada y permite estar en contacto más cercano con la familia, compartiendo la diversión con el trabajo que implica tanto llevar el barco de un lado a otro como hacer el mantenimiento a bordo. Fue realmente inolvidable.»

Ernesto Leiro decidió pasar parte de las últimas vacaciones de invierno navegando con su familia por la costa brasileña. La idea surgió a causa de que él junto con un grupo de amigos armaron un velero para correr la Semana de Vela de Ilhabela; una vez concluido el certamen, cada tripulante tomó unos cuantos días para navegar en el barco por la zona con familia o amigos. «Cuando surgió el proyecto ni lo dudamos. Era una forma de cumplir con un viejo sueño familiar de hacer una travesía larga junto con mi mujer y los cuatro hijos varones. Así que subimos al barco en Angra dos Reis y recorrimos la villa de Abrao; Lopes Mendes (una playa espectacular); Saco de Ceu; Lagoa Azul (sin duda lo mejor de Angra), Sitio do Forte; Parati; el Saco de Mamanguá, un fiordo tropical increíble; Lagoa Verde, y el Saco da Longa. Estar con el barco nos dio la oportunidad de llegar a lugares donde el turismo tradicional no va, lo que da un valor agregado.»

Sobre la experiencia contó: «Todos, de una manera u otra, estamos ligados a la vela y creo que para un náutico no hay nada mejor que unas vacaciones en familia a bordo y en un lugar como Angra. Como familia vivimos en permanente contacto con la naturaleza, sin televisión ni jueguitos ni shopping; convivimos, nos divertimos y trabajamos para llevar el barco de un lado a otro y mantener el orden todos juntos. Es cierto que tal vez no tuvimos la comodidad de una casa o un hotel, pero ése es el encanto de este programa».

Para Leiro, el balance de la experiencia fue excelente. «Hasta tal punto que soñamos ir en el futuro a otra parte del mundo y repetirla. Para una familia numerosa es un programa que se adapta muy bien», finalizó.

Los Garrido tenían una idea rondando desde hacía tiempo. Querían dejar todo por un tiempo y salir a navegar «sin apuros ni condicionamientos». Para eso tuvieron que esperar que su hija creciera lo suficiente como para poder disfrutar del programa sin interrumpir carrera ni trabajo. Finalmente, pudieron hacerlo hace menos de un año. El punto de partida fue Buenos Aires y el destino, Brasil. «Pusimos como primera escala Punta del Este, donde nos quedamos unos días. De ahí seguimos hasta La Paloma y antes pusimos rumbo a la zona de Florianópolis, donde pasamos días y días recorriendo la costa sur de Brasil antes de emprender la vuelta», relata Néstor.

La experiencia fue ciertamente enriquecedora. «El convivir en un espacio reducido como el de un velero sirvió para que nos reencontráramos. Cuando uno está metido en su rutina cotidiana muchas veces no tiene el contacto y acercamiento que tiene cuando se hace un viaje de este tipo.»

Un poco más cerca
«Cruzo el Río de la Plata todos los fines de semana -cuenta Carlos Ramos-. Para mí, ir a Colonia, Riachuelo, Conchillas, la Barra de San Juan o cualquier otro puerto chiquito de la costa uruguaya es una especie de ritual, y excepto que haya un alerta meteorológica, que estén los puertos cerrados o que tenga algún compromiso impostergable, como un casamiento o algo por el estilo, difícilmente me quede en Buenos Aires.»

Ramos, que es abogado, realiza ese ritual desde hace más de una década junto con su mujer, Dolores. Según su entender, estas escapadas representan la mejor forma de romper la rutina semanal y pueden ser comparadas con cualquier otro plan que se haga en tierra: «Así como mucha gente va a una quinta o a un country, para nosotros el desenchufe está en el barco. Armar el barco, salir del puerto, navegar tranquilos, llegar a la otra orilla, cocinar y comer a bordo, recorrer otros pueblos o ciudades, dormir una siesta en el barco que te acuna? No sé, tiene un encanto que difícilmente pueda encontrar de otra forma».

Cuando los días cálidos invitan a estar más al aire libre, muchos suelen extender las navegadas un poco más allá, hasta cambiar las marrones aguas del río por las verde azuladas del mar. Y en ese derrotero Punta del Este aparece como el destino favorito. Osvaldo del Campo es uno de los que visitan las costas orientales periódicamente y eligen las arenas esteñas para disfrutar en verano. «Si bien suelo cruzar a Uruguay, sin duda ir a Punta del Este en verano es el programa para hacer a bordo -cuenta-, ya que no sólo la ciudad es magnífica y ofrece un montón de alternativas, sino que la navegada hasta allá es siempre un placer. Es de los mejores planes que se puede armar».

Del Campo explica: «De alguna forma tenemos la temporada dividida en dos partes: la primera se disfruta con amigos cuando vamos a correr el circuito de regatas, que se desarrolla en enero en Punta del Este. Esa es una forma de navegación y una vida a bordo completamente distinta, ya que buscamos permanentemente sacar lo mejor que puede dar nuestro barco, el Quark, y no hay margen para nada.

«La otra viene cuando terminan las competencias y se une mi mujer con los chicos. Por lo general optamos por vivir en el barco, combinando la playa con salidas a navegar y haciendo vida de puerto, que tiene un encanto muy particular, aunque a veces paramos en algún departamento y usamos el barco para pasear por La Mansa o ir a la isla Gorriti? Creo que las vacaciones a bordo son inigualables.»

Disfrutar de esta tan particular forma de hacer turismo no es algo que esté reservado exclusivamente para quienes poseen embarcación ni para los que dominan las artes náuticas. Tanto en nuestro país como en el resto del mundo existen empresas que ofrecen la posibilidad de alquilar naves de vela o de motor, de diferentes tamaños y con prestaciones adaptables a las necesidades y exigencias de cada uno. Por supuesto, también ofrecen la oportunidad de contratar los servicios de una tripulación altamente experimentada, que en muchos casos no sólo se ocupa de conducir la nave, sino que puede incluir cocineros, mucamas y más.

Internautic Yacht & Sailing Events, Smile on Sea, Sunsail o Sailcharters son algunas de las que brindan este tipo de servicios. Como para que nadie se quede en tierra.

Por Diego Cúneo
De la Redacción de LA NACION
Foto: CORBIS


También, muy cerca del centro
Para aquellos que buscan vivir una experiencia de iniciación o que tengan ganas de disfrutar de una navegación sin necesidad de viajar al exterior, de realizar largas travesías o de estar tanto tiempo a bordo, existe la posibilidad de realizar paseos por el Río de la Plata y el delta del Paraná en veleros y cruceros completamente equipados.

Don Sala es una de las empresas que brinda este tipo de servicios. Con base en el Río de la Plata cuenta con embarcaciones de vela y motor y ofrece recorridos cortos de tres horas diurnos y de dos horas nocturnos, además de cruceros a la costa uruguaya (Colonia, Montevideo o Punta del Este), travesías por el Delta y viajes a la costa brasileña. Todo es posible.

Internautic también propone recorridos por la costa de Buenos Aires y el Delta con tres tipos de salidas: cortas, medias y largas. Las primeras tienen una duración de tres horas y se pueden realizar por la mañana, la tarde o por la noche. Las medias duran entre seis y siete horas, y permiten llegar hasta la Primera Sección de Islas del delta del Paraná. Las largas proponen viajes a la costa de Uruguay con varios puertos de destino.

El Crucero de Solís es otra de las opciones. Especializada en paseos por el Delta, con embarcaciones de motor, permite realizar excursiones de medio día o día completo recorriendo la zona y llegando hasta el Río de la Plata. Riosailing y Smile on Sea son otras de las que también ofrecen este servicio, con productos y características similares en nuestro medio.

Más información

www.internautic.com

www.smileonsea.com

www.donsala.com.ar

www.riosailing.com.ar

www.crucerodesolis.com.ar

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