Bariloche: adiós nieve, hola verano

Pasada la temporada de esquí, llegan otras maneras de disfrutar el paisaje. El Parque Nahuel Huapi, el lago Gutiérrez y el Valle del Challhuaco.Este año, en Bariloche, la nieve llegó tarde. Quizá por eso aún no se resigna a cederle el protagonismo a la primavera. Esporádicas neviscas blanquean la cumbre de los cerros y las copas de los cipreses realzan el atractivo natural de los paisajes…

Con este marco de fondo, vivimos hace pocos días la Primera Semana del Turismo Aventura organizada por la Asociación de Turismo Activo de la Patagonia (ATAP). Una experiencia de programa tan intenso como grato para los que gustan de la acción.

En dos ruedas

El lago Gutiérrez amaneció encrespado. Las olas se partían contra el vallado de madera que lo separa del jardín de la Hostería El Retorno y la llovizna salpicaba los canteros de tulipanes color sangre. Soplaba viento del sur. El muelle estaba completamente bajo el agua. De un lado del ventanal, nosotros, dando cuenta de unos ahumados y otras exquisiteces; del otro, las bandurrias y su chillido electrónico. Afuera, Aníbal, de Dirty Bikes, le daba los últimos ajustes a las bicis.

Salimos hacia el oeste por un camino de ripio que asciende en caracol. Poco a poco la vista panorámica se fue ampliando hasta alcanzar el rango de postal cuando el cerro de la Ventana, sobre la costa opuesta del lago, quedó ajustada a un encuadre perfecto. Pronto llegamos hasta la entrada de un autocamping. Después cruzamos una pasarela de tablas y encaramos por un sendero obstaculizado por raíces.

Fuimos por uno de los bosques de cohiues del Parque Nacional Nahuel Huapi, en medio de una tranquilidad absoluta y un silencio rozado por el sonido creciente de la Cascada de los Duendes que de golpe apareció ante nosotros. Ancha, espumosa, bajando por una ladera escalonada.

Hacemos entonces lo que se debe hacer ahí y en ese momento: beber ese agua del deshielo, no sólo para reponer energías (valió la pena el esfuerzo), sino también cumpliendo un ritual. Pocas veces la sed parece tener tanto sentido y pocas veces, la manera de saciarla, resulta tan perfecta.

Hacia el Manso

Muy temprano pasó a buscarnos Ismael, de Patagonia Rafting, para ir a ver la segunda fecha del Campeonato Argentino de Rafting, en el marco de esta semana de aventuras. Enfilamos al sur, hacia el río Manso inferior, por la ruta 40 pasando los lagos Gutiérrez, Mascardi y Guillelmo.

El intenso verde del paisaje sólo es interrumpido por manchones amarillos y rosados de los calafates y manzanos en flor. En el cruce del río Villegas desviamos hacia el oeste y llegamos al Camping La Pasarela, a pocos kilómetros del límite con Chile. Allí largan las pruebas.

Desde una roca que balconea sobre el río y encajona un rápido, vemos pasar los gomones envueltos en nubes de espuma. Entre prueba y prueba, el equipo de seguridad de kayaks realiza demostraciones acrobáticas. La adrenalina despierta el apetito y un asado, antes del regreso, completa esta parte del programa.

La vuelta incluye una parada en la cabecera sur del lago Gutiérrez, en la Estancia Peuma Hue, donde Eve nos convida con té y exquisiteces caseras. Vamos entendiendo. No es sólo aventura: también es «buena mesa».

Caminata nocturna

Ahora vamos con Clemente -de Diversidad-, hacia una zona del Valle del Challhuaco, 18 km al sudeste del centro urbano de la ciudad. La meta es Neumeyer, el único de los nueve refugios concesionados por el Club Andino al que se accede en 4×4.

A medida que ascendemos, el camino se va blanqueando. Algo insólito según nuestro guía ya que «otros años para esta fecha todo está cubierto por la hierba». Luego apaga el motor del Land Rover y todo queda en la más absoluta oscuridad. Afuera hace menos de cero grado.

En fila india avanzamos hacia el refugio que, por ahora, es sólo una fosforescencia allá arriba. La nieve cruje. Nos envuelve un bosque de sombras que estimula la imaginación. Respiramos. Escuchamos. El cuerpo nos queda chico. Eso es todo. Eso es suficiente. En el refugio, Adán nos recibe con un plato caliente y el fuego encendido.

«¿Listos para volar?», pregunta Diego, de Canopy Bariloche, dándonos la bienvenida en su «refugio-bar». Veinte minutos más tarde, con los arneses puestos y las indicaciones básicas de los guías, subimos en 4×4 la ladera del cerro López por un camino de ripio y completamos un tramo a pie hasta la plataforma de salida. No hay secretos: sostenidos por un cable de acero, surcaremos el aire, de árbol en árbol. El primer tramo es corto, como para medir el coraje. Ya en el segundo, la adrenalina fluye a chorros y uno siente que le crecen plumas. Son diez tramos en total que completan un circuito de 1.500 metros. Cada tramo se torna más vertiginoso. A más de veinte metros del suelo, entre el follaje de los coihues, el bosque huele diferente. Si además de gritar, uno se hace tiempo para mirar alrededor, se llevará para siempre las espectaculares vistas de los lagos Nahuel Huapi y Moreno, del hotel Llao Llao y de los cerros Campanario y Malliqueo.

Una versión de la felicidad puede parecerse a esto. Y esto, podría decirse, es todo. Aunque, claro, «todo» es únicamente ahí, en donde la aventura sucede y en donde la felicidad ensaya una de sus versiones. Vale la pena. Fundamentalmente porque no hay pena, todo lo contrario. Por eso no dan ganas de que se termine.

En busca del paisaje solitario

Un buen ejercicio para los que visitan Bariloche en verano es buscar sitios bellos y solitarios, que -aunque escondidos- los hay en cantidad. Uno de mis favoritos es el lago Mascardi, donde «el lugar» es un camping administrado por una comunidad mapuche. Además, las aguas del Mascardi suelen ser más cálidas que las del Nahuel Huapi y en sus playas nunca se juntan muchedumbres. Otro sitio para descubrir es Playa Muñoz, sobre el lago Gutiérrez, un lugar maravilloso donde está permitido acampar. Para llegar hay que tomar el camino al refugio del Frey y hacer una caminata de casi una hora y media. Sólo recuerden traerse de vuelta toda la basura que generen.

Fuente:Wenceslao Bottaro
ESPECIAL PARA CLARIN.

Deja una respuesta