Se lo considera un elemento básico de la identidad argentina. Tiene un rol fundamental en la economía de las regiones productoras. Integra la canasta básica de todos los sectores socioeconómicos del país…
El Ministro de Agricultura, Julián Domínguez indicó que «las ventas totales de vinos argentinos alcanzaron los 10.500 millones de pesos, siendo el 77 por ciento de esa cifra por ventas en el mercado doméstico y el restante 23 por ciento ventas en mercados externos».
«El volumen total comercializado fue de 1.310 millones de litros, el 79 por ciento de los cuáles se vendió en el mercado interno y el 21 restante en el mercado exterior», detalló el Ministro al formular un balance de dicha actividad.
Domínguez destacó además que el próximo miércoles la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, declarará al vino «bebida nacional», y remarcó que «con más de cinco siglos de historia, nuestra vitivinicultura reúne la tradición de los inmigrantes europeos junto a los saberes de los pueblos originarios, lo cual derivó en la vitivinicultura más importante de América del Sur».
El funcionario detalló los resultados obtenidos por la actividad vitivinícola a través del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), entidad que desarrolla las potencialidades del sector en el marco del Plan Estratégico Agroalimentario. Al respecto explicó que «India, China y diferentes regiones de Asia y Medio Oriente se han convertido en nuevos mercados que requieren de productos Premium, y nuestro vino es un gran competidor en esa categoría».
El Gobierno destina un Fondo anual para fomentar esta economía regional, poniendo especial énfasis en el apoyo a los pequeños y medianos productores vitivinícolas, para que accedan con su producción a los mejores estándares de calidad, se indicó.
Para la declaración del vino como bebida nacional se tuvo en cuenta que éste «es un elemento básico de la identidad argentina que contribuye al sustento socioeconómico en las provincias del oeste argentino», además de que «integra la canasta básica» de todos los sectores socioeconómicos del país. De hecho, la Argentina ocupa el séptimo lugar a nivel mundial en consumo per cápita con alrededor de 30 litros anuales por persona. El cepaje tinto Malbec y la variedad blanca Torrontés son las cepas emblemáticas que distinguen a la Argentina en el conglomerado mundial de vinos.
Como cultivo de mano de obra intensiva, la vitivinicultura tiene un rol fundamental en la dinámica económica de las regiones productoras, generando en su entorno gran cantidad de industrias conexas y servicios que conforman un motor productivo fundamental para las provincias que cultivan la vid.
«El vino, fruto de la viña y del trabajo del hombre, constituye un elemento básico y una de nuestras señas de identidad desde el punto de vista histórico, cultural, social y territorial, además de sustentar la economía y el tejido socioeconómico en las provincias del Oeste argentino», se destacó.
La actividad vitivinícola argentina se ubica entre las diez principales a nivel mundial. Las más de 228.000 hectáreas de vid se distribuyen fundamentalmente entre las provincias de Mendoza, San Juan, La Rioja, Río Negro, Catamarca, Salta y Neuquén.
La producción de uvas en la Argentina se extiende a 226 mil hectáreas y representa 1,37 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) argentino.
La mano de obra directa e indirecta que genera la vitivinicultura involucra a unas 400.000 personas y sus familias.
Fuente: www.rionegro.com.ar/Agencia DyN