La Rioja: se viene la Chaya

Del 18 al 23 de febrero, la Chaya, la fiesta riojana más convocante copa las calles y todo se tiñe de algarabía. Esta celebración es sinónimo de carnaval y durante cinco días La Rioja queda sumergida en un reino de risas, música, festivales y danzas…

Este embrujo festivo se apodera de todo el pueblo y en toda la provincia, con matices y actividades diversas, la Chaya es reina y señora.

Los topamientos en los barrios, el Festival de la Chaya, las fiestas de harina y albahaca, y los corsos carnavalescos se mezclan en cada rincón para unir a los riojanos, quienes ocultos tras la harina o pomada de zapatos, tiñen sus caras y esfuman las fronteras sociales o económicas que los divide durante el año.

El mito chayero

Como cualquier celebración ancestral, el origen y el significado de la Chaya, no es unívoco. Los primeros atisbos se pueden marcar en la época de los diaguitas, pueblo originario del noroeste argentino. Cada año las tribus agradecían a la Pachamama las bondades de la tierra y la fructífera cosecha, concentrada en el algarrobo, el árbol más influyente de la economía y tradición de este pueblo. Los estudiosos de estas leyendas coinciden en que en una de estas tribus vivía una bella joven llamada Challai (Chaya), cuya belleza extrema era considerada por los diaguitas como un homenaje vivo a la Madre Tierra. En este punto, las versiones se dividen. Algunos señalan que Chaya se enamoró de un joven y rubio colono que pasaba junto a su familia por estos parajes.

Otros aseguran que la bella joven se enamoró de Pujllay, un semidios. De cualquier manera, el amor entre ellos no pudo concretarse, o bien por ser rechazada por la familia del joven o por no ser correspondido el amor de Pujllay por Chaya. La niña, con su corazón roto, huye a las montañas y toda su tribu sale en su búsqueda. Al encontrarla en una quebrada, Chaya se convirtió en nube y ascendió a los cerros. Y que cada año, en febrero, vuelve convertida en rocío, para endulzar las flores del cardón. Pujllay, devastado por la pérdida, se emborracha y cae en un fogón, donde arde en las llamas.

Esta leyenda da el nombre de Chaya a la fiesta y deja como personaje principal a Pujllay, que se corporiza en un muñeco desgarbado que preside la celebración desde su desentierro al inicio de la Chaya hasta su entierro o quema, que indica el fin de la fiesta.

Durante la festividad, los barrios de La Rioja se transforman en el escenario de los topamientos, una de los momentos claves de la Chaya. Los vecinos organizan este encuentro que transcurre durante dos fines de semana, y donde el vino, las empanadas, la harina, la albahaca y la música popular circulan  entre todos los participantes.

El topamiento es el enfrentamiento amistoso entre los hombres y las mujeres, que al llegar al centro de la calle se arrojan agua y harina como símbolo de confraternidad. El Cumpa y la Comadre son los personajes que comandan la ceremonia chayera, que tiene a un muñeco del Pujllay presidiendo la fiesta. Durante toda la tarde, el barrio está sumergido en el ritmo de la música folclórica, en una fiesta que culmina al atardecer.

El municipio de la Capital organiza el “Febrero Chayero”, en el que se premia al mejor topamiento, el mejor Pujllay, la mejor caja chayera, la mejor comparsa o la mejor vidala compuesta por los propios vecinos, como reconocimiento al amor que profesan los riojanos por esta fiesta. Durante el período chayero todo se suspende y lo único que fluyen son las empanadas, el alcohol, la harina, la música, el aroma a albahaca y la alegría, transformando el verano riojano en un momento de frenesí, que recibe visitas de todo el país.

Fuente:www.lacapital.com.ar

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