Pistas de esquí, senderos para cabalgar y lagos para navegar en un privilegiado rincón de Chubut.Cae la tarde y el sol se esconde tras el cerro mientras La Hoya, el centro de esquí de esta ciudad chubutense,…
despide a los turistas después de otra jornada de buena nieve. Nieve que, según los esquelenses, es la mejor en su tipo: seca y en polvo. Ideal para esquiadores profesionales y también para aficionados porque su textura hace más fácil el aprendizaje. Por esto y por unas tarifas considerablemente accesibles, el público familiar es el gran invitado al centro de esquí de Esquel. Tal como se ve en la escuelita de la pista infantil. Entre las 10 y las 13, los más chiquitos se convierten en esquiadores por un rato. Su habilidad para deslizarse es la envidia de cualquier esquiador adulto amateur: zigzaguean livianos y sin miedo entre los mayores que se abren paso con caídas.
La jornada es larga y premia a los perseverantes; los instructores enseñan con paciencia, en clases personalizadas o grupales, en módulos de dos horas. Para la pausa, el restaurante La Piedra aguarda con comidas suculentas todo el día. Más arriba, en la cota 1850, el Refugio del Esquiador también sirve refrigerios para los que avanzan por las pistas (veinticinco en total) que se conectan entre sí y convergen en la base del cerro.
Estamos en agosto, pero la temporada será larga: el clima seco, las abundantes precipitaciones y la orientación sur brindan no sólo una calidad de nieve buscada por los entendidos, sino también una buena conservación, que extiende la época esquiable hasta mediados de octubre. Ciertas características geográficas hacen de este centro un ideal, pero cualquier descripción es insuficiente para explicar la sensación que corta el aire al tomar altura con la aerosilla: las pistas cobrando forma desde lejos, el paisaje solitario, el esplendor de la montaña.
Herencia aborigen
Desde la base de La Hoya son unos quince minutos de descenso hasta el valle donde se encuentra Esquel, la pintoresca ciudad desde donde se despliegan todas las actividades posibles en este rincón de la Patagonia. Aquí no hay rastros de ceniza: el volcán Puyehue que cubrió de arena gris la belleza de zonas como Bariloche y Villa La Angostura, mira para otro lado y el aire fresco de la montaña mantiene la blancura virgen de la nieve en las pistas.
No fue así hace tres años, cuando el Chaltén rugió con furia, tapizando Esquel por completo de cenizas y tiñendo el paisaje de tristeza. Hoy este recorte patagónico se cobra su revancha, recibiendo a los fieles habitués, pero también abriendo sus puertas a más amantes de los deportes invernales que encuentran en las pistas de La Hoya una opción interesante.
Pero esta ciudad ofrece más que buen esquí. En su nombre late la herencia tehuelche, que junto a los mapuches fueron los primeros pobladores de la zona. Esquel nació en 1906 y hoy es la ciudad cordillerana más poblada de la provincia, aunque entre sus calles aún se respira la tranquilidad de pueblo y todo se aquieta a la hora de la siesta.
Las montañas, eternas espectadoras, se erigen más bien secas, mirando el valle. A medida que se avanza hacia la Cordillera gana espacio el verde y el ambiente se torna bosque andino. Entre coihues, cipreses y pinos -esta última especie, no autóctona-, la humedad va ganando terreno y se convierte en selva valdiviana, donde las abundantes precipitaciones transforman el paisaje.
El abuelo del bosque
No son aún las 11.30, hora en la que la lancha zarpa en safari lacustre desde Puerto Chucao. Después de caminar a paso tranquilo, unos treinta minutos desde la pasarela del río Arrayanes, en el Parque Nacional Los Alerces -su entrada, a poco menos de 50 kilómetros de Esquel-, el lago Menéndez es simplemente poesía. Sereno, como pintado, cristalino. Impone un respeto y una admiración por la belleza que sólo miles de años lograron forjar hasta encontrar tal perfección.
El aire tan puro como helado no amedrenta al espectador: navegar esas aguas disfrutando del paisaje desde cubierta es recrear en vivo una postal perfecta. De fondo se oye la voz de Juan Carlos, el guía, que con tanta precisión como pasión en cada frase introduce en el recorrido. El Parque Nacional Los Alerces fue creado en 1937 y tiene una superficie de 263.000 hectáreas, que incluyen maitenes, lengas, ñires, arrayanes, notros, coihues, cipreses y otras incontables variedades de la región.
Poco más de media hora después de zarpar, la lancha amaina el ritmo para contemplar a otro de los gigantes protagonistas del parque. El glaciar Torrecillas entra en escena, inmenso y soberbio, como empotrado en el cerro que lleva su mismo nombre. Para los adeptos al trekking, en verano es posible desembarcar y caminar -en alrededor de hora y media- hasta la laguna del Antiguo, a los pies del glaciar.
En poco más de una hora de navegación total, el capitán anuncia la llegada a destino: Puerto Sagrario se ve a lo lejos y allí espera el hogar de los seres vivos que están entre los más viejos del planeta, el famoso Alerzal Milenario. Un muelle rústico y solitario, construido en madera de coihue y ciprés, da la bienvenida al paseo. Hay dos opciones de recorrido: la más corta tiene una pasarela especial, apta para viajeros con capacidades diferentes. La más larga -con forma de herradura-, una extensión de 1500 metros totales, que se desandan a paso lento, pisando tierra húmeda y fresca, al ritmo de las historias del guía y del fluir del agua que corre y hasta confluye en rápidos formados por el río Cisne.
Algo menos de dos horas y la caminata se transforma en un auténtico viaje en el tiempo. Juan Carlos invita a respirar hondo y sentir el aire puro que se comparte con especies que superan los dos mil años, mientras se atraviesan densos cañaverales de caña colihue y helechos, que abundan entre el exuberante bosque. En el camino, algún chucao curioso -el ave típica de la zona- se zarandea sin vergüenza, gustoso de ser retratado por los turistas.
Cada trecho es mágico, pero lo mejor aguarda al final: el abuelo del bosque espera allí paciente, desde hace más de 2600 años. Mientras tanto, sigue creciendo, a ritmo lento, prácticamente imperceptible, pero sin pausa: hoy supera los 60 metros y está entre uno de los ejemplares más viejos del mundo. La visita es inolvidable y cuesta dimensionar los cientos de siglos que este viejito habrá sentido pasar bajo sus raíces. Entre sus admiradores no faltaron los pobladores originarios, que lo bautizaron Lahuán, término que en mapuche significa abuelo.
El recorrido culmina a pocos pasos de allí y la lancha espera para el regreso. Ahora sí, y con un significado revalorizado, se puede comprender y sentir el nombre con que han bautizado a la embarcación: Lahuán, no podía ser otro. Como para culminar el homenaje, mientras el día se va despidiendo sobre las aguas del Menéndez, Juan Carlos cita una frase anónima, que él atribuye -y bien pudo haber sido de su autoría- al Perito Moreno, gran precursor de nuestros parques nacionales. Palabras inspiradoras y que, recitadas frente a tal majestuosidad, no dejan más que un sentimiento de orgullo, pero también de responsabilidad: «No heredamos las tierras de nuestros padres, sino que las tomamos prestadas de nuestros hijos»
Al trote o al galope
Vale la pena conocer el paisaje esquelense también como lo hacían los antiguos pobladores hace más de un siglo. Recorriendo caminos y llegando a parajes muchas veces inaccesibles por otros medios, montar a caballo permite conectarse con la montaña desde un lugar más íntimo y natural. A paso firme, trotando o al galope, son los baqueanos los que guían las cabalgatas y agregan a la experiencia las historias del lugar. Las posibilidades son variadas: aún aquellos que nunca hayan montado pueden hacer su bautismo en este rincón de la Patagonia. Las travesías pueden contratarse por hora e inclusive, varios días, según la opción elegida. Un paseo interesante de medio día, incluye además de la cabalgata, un almuerzo de campo.
Saliendo desde Chacra Los Alamos, en las cercanías de Esquel, Limits Adventure ofrece tarifas desde $50 la hora y $230 por la cabalgata de medio día con almuerzo. Consultar por travesías más largas. Más información:
www.limitsadventure.com.ar
La Trochita tiene boleto de vuelta
El Viejo Expreso Patagónico, bautizado La Trochita en alusión a su trocha angosta, que alcanza los 75 centímetros, es parte del patrimonio cultural patagónico y, formalmente, monumento histórico nacional desde 1999. Con dos máquinas de 1922, y el servicio original de vagones de primera y segunda clase, el tren comenzó a operar en 1945. El itinerario tradicional unía Ingeniero Jacobacci, en Río Negro, con Esquel, Chubut, recorriendo 402 kilómetros de vía y transportando carga y pasajeros. Hoy, el paseo a bordo de este tren es netamente turístico y recrea el mítico viaje, con dos tramos opcionales. Uno sale de la estación de Esquel, atravesando bosques cordilleranos y la meseta patagónica hasta llegar a Nahuel Pan, una comunidad tehuelche-mapuche a 20 kilómetros de la ciudad, en tres horas, aproximadamente. El otro se inicia en la localidad de El Maitén, donde además se pueden conocer el Museo Ferroviario y sus talleres, y atraviesa el Desvío Bruno Thomae, en dos horas y media de travesía.
La Trochita es un auténtico museo en marcha: desde la maquinaria hasta las vías, todo está conservado en su estado original.
Lamentablemente, el 23 de abril último sufrió los avatares de los vientos patagónicos: ráfagas de más de 150 km/h derribaron el tren mientras realizaba su recorrido habitual. En la actualidad, luego de varios meses de reparaciones, La Trochita está lista para volver a la carga el fin de semana próximo.
LA TROCHITA : precios para residentes nacionales, $ 80; menores y estudiantes, 50; de 6 a 12 años, 35, y menores de 5 no pagan. Entrada al Paseo Ferroviario en la estación Esquel, gratis. Consultar horarios y frecuencias a info@latrochita.org.ar
Trevelin, rincón galés en la Patagonia
Los rasgos de Alberto Williams no disimulan sus raíces. Rubio, de ojos clarísimos, por sus venas corre sangre galesa, la de los pioneros que allá por 1865 partieron desde Liverpool en la nave de vela La Mimosa. Después de meses de navegación, primero se afincaron en el territorio que actualmente es Rawson, Chubut. Sólo en 1885, mediante la expedición de los 29 Rifleros -comandada por el coronel Jorge Luis Fontana- llegaron a las tierras que hoy ocupa Trevelin, vocablo galés que significa Pueblo del Molino.
Desde la entrada del Museo Histórico Regional, Williams, director de Turismo de esta pequeña ciudad de 10.000 habitantes, comienza a relatar la historia que es en verdad una perfecta fusión céltica y aborigen. Fue gracias a la ayuda de los tehuelches -y también mapuches- que habitaban la región, que los colonos pudieron familiarizarse con esas tierras y sobrevivir en los comienzos. El museo, que conserva su fachada original, funcionaba como el antiguo molino harinero, y debido a un incendio en 1970 permaneció en ruinas hasta que en 1985 los propios vecinos lo reconstruyeron. Fueron ellos también los que con objetos, trajes y fotografías heredados decidieron reescribir su propia historia y exhibirla en este pintoresco espacio, que en dos plantas recorre las costumbres y el modo de vida de sus primeros habitantes. Es llamativo el típico sillón bárdico, que es el premio que se entrega cada año en el Eisteddfod, el festival cultural galés por excelencia que incluye competencias de danzas, literatura, fotografía, canto coral, entre otras disciplinas.
Pero para seguir comprendiendo las costumbres galesas también hay que degustar. No se puede pasar por Trevelin sin probar el tradicional té galés. Como todo se entrecruza en los lugares que conservan alma de pueblo, Williams menciona que su abuela era hermana de Nain Maggie, la habilidosa cocinera cuyo nombre quedó eternizado en la casa de té por excelencia de la ciudad. Allí aún se preparan las delicias que esta colona galesa supo perpetrar a través de sus hijos y nietos. La mesa se sirve con una entrada de scones, panes untados con manteca, y queso y mermeladas caseras para acompañar. Desde ese instante, las tazas siempre estarán llenas de un humeante y riquísimo té. Le sigue la degustación de dulzuras típicas: tarta de frambuesa y crema, tarta de manzana, budín de coco y chocolate, y las preferidas tarta de crema y torta negra galesa. El dato anecdótico aclara que esta última es creación de las pioneras galesas en la Patagonia, y que es desconocida en Gales. La receta se gestó a puro ingenio y habilidad de las cocineras que buscaban un plato dulce, sencillo y perdurable (una de las características de la teisen ddu o torta negra es que bien conservada puede llegar a durar hasta diez años).
CASA DE TE NAIN MAGGIE : té completo por persona, $ 70. Perito Moreno 179, Trevelin; www.casadetenainmaggie.com
MUSEO HISTORICO REGIONAL : adultos, $ 5; menores y jubilados, 3. Molino Viejo 488; www.trevelin.gob.ar
Datos útiles
Cómo llegar
Aerolíneas Argentinas y LAN operan con vuelos diarios de Buenos Aires a Esquel, con tarifas desde $ 2400.
Dónde dormir
Las Bayas Hotel : opción de cierta categoría, con hidromasaje y kitchenette en todas las habitaciones. Desde $ 900 la habitación doble. www.lasbayashotel.com
Plaza Esquel Hostería y Spa : ideal para grupos familiares, con spa incluido. Doble superior, $ 450; triple, 480; cuádruple y quíntuple estándar, 525 y 600. Departamentos para hasta seis personas, 520; www.plazaesquel.com.ar
Dónde comer
Los que busquen platos regionales encontrarán opciones interesantes como la trucha en salsa de limón de Cumbres Blancas, por $ 62, en Av. Alvear 1683. En un ambiente de Irish pub, Kilarney’s ofrece picadas completas desde 120, en Sarmiento 793. Para la noche, el bar El Bodegón (Rivadavia 860).
Desde hace 15 años, Dulzuras de Esquel surte con delicias de producción propia a los turistas y locales desde la esquina de Sarmiento 590.
Qué hacer
Esquí en La Hoya : del 23/8 al 4/9, la telesilla cuesta $ 35 por persona y el pase de esquí diario, 115 menores y 145 mayores. La semana, 565 y 705, respectivamente. Clases particulares para adultos hasta el 4/9, 360 o grupales 160, de dos horas. Escuela y guardería infantil, día completo de 6 a 12 años, 230; medio día, 190. Comer en La Piedra, el restaurante en la cota 1680, cuesta 70 un menú completo. www.skilahoya.com Los equipos de esquí y snowboard se pueden alquilar en la base del cerro o en el centro de la ciudad desde $ 145 por día, con 10% de descuento por alquiler semanal. XTREME, Av. Alvear 1069, local 5/6. El taxi del centro de Esquel a la base del cerro cuesta alrededor de 70 pesos.
Safari lacustre: la excursión parte desde Puerto Chucao en el Parque Nacional Los Alerces hasta Puerto Sagrario. Navegación, trekking y guía, $ 195. Acceso a PN, 20 (estudiantes y jubilados, gratis).
Fuente:Por Daniela Dini | Para LA NACION
Más información:
www.esquel.gov.ar