Las vivencias en el camino de Santiago. Por Julio Isidro Pérez (*)

Hace un tiempo asistí en Carmen de Patagones a una interesante conferencia brindada por el periodista e historiador Rubén Benítez, quien suele reflejar en las páginas del diario “La Nueva Provincia” –de Bahía Blanca- sus comentarios…

Asistí a una muy entretenida conferencia, ilustrada por fotografías tomadas por Jorge Tirabasso, otro inquieto comunicador que en la actualidad dirige la emisora L.U.2. Radio Bahía Blanca.

Durante el viaje que motivó el tema de la conferencia, Tirabasso acompañó a Benítez, reflejando el mismo con interesantes notas gráficas.

En forma amena se explayó sobre sus experiencias al recorrer el Camino de Santiago, por lo que con posterioridad mantuve una conversación con el mencionado periodista, lo que me permitió revivir algunos de mis viajes por el denominado viejo mundo.

Comencé preguntándole cómo surgió el Camino de Santiago, expresándome Benítez que él lo consideraba como algo histórico, algo que había ocurrido hacía ya mucho tiempo. Conocía vagamente la historia de que a su término uno se encontraba con la catedral de Compostela, donde descansan los restos de Santiago el Mayor, apóstol dilecto de Jesucristo, quien había predicado el Evangelio en la península y que cuando volvió a Palestina fue decapitado por negarse a apostatar de su religión.

Fue un mártir. Dos de sus discípulos trasladaron sus restos con grandes dificultades a España y cuando lo conducían en una carreta tirada por bueyes, los animales, al llegar al lugar donde está hoy el templo, se negaron a avanzar. Por lo que ellos interpretaron que ese era el sitio elegido por el apóstol para descansar.

Mucho después un ermitaño, a fines del siglo VII, Pelayo, que vivía cerca de allí vio que durante la anoche extraños resplandores en el cielo y lo tomó como un acontecimiento misterioso, revelador, y se lo comunicó al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, quien a su vez lo transmitió al rey de Asturias. El monarca, Alfonso II el Casto, se dirigió a ese sitio, verificó los acontecimientos e hizo construir un primitivo templo.

España estaba en plena lucha con los conquistadores musulmanes, y el cristianismo se fortalecía en su fe. Surgió así el primer templo y se generó el movimiento de peregrinos que iban a buscar la fortaleza del apóstol.

La bula del Calixto II, en 1120, otorgando indulgencia plenaria a quienes cumplieran con esa ofrenda de fe motivó que Santiago se convirtiera en principal centro de peregrinación. En torno a él surgió el codex Calixtinus que sería la primera “guía turística” de la historia, donde se informaba sobre el itinerario, y los distintos servicios que podían encontrarse en su recorrido.

 

Le expresé a Benítez cómo se concreta la idea de recorrer el histórico camino.

 

Me respondió que el primer indicio sobre su importancia y significación contemporánea la tubo durante un curso con uno de los principales medievalistas de Europa, José María de Azcarate, en la universidad Complutense. Con él estudió Benítez el arte románico y gótico –que le resultaron una de las aventuras más apasionantes del arte– que se había desarrollado a su vera y la importancia que esa vía había tenido durante siglos como fuente de difusión y penetración cultural. Fue el primer aviso.

 

Visita a un descendiente de San Martín.

 

Posteriormente, estando en Madrid visitó a un descendiente de San Martín por la rama materna, Agustín de la Herran Matorras, un escultor de gran notoriedad en España, autor del monumento a Perón en la avenida que lleva su nombre, de Azorín en Madrid y, entre muchos más, el del propio Libertador en el Parque del Oeste madrileño.

Me dijo que cuando llamó en su departamento de La Castellana y le abrió la puerta, quedó asombrado. Su rostro era exactamente igual al del general San Martín, que conocemos a través del difundido óleo.

Ya adentro, lo primero que le preguntó es si alguien le había hecho notar el parecido. Le dijo que sí, que todos se lo comentaban. Y que cuando tuvo que definir el rostro de Gregoria Matorras que se iba a instalar en la ciudad de Paredes de Nava, de donde era nativa, no tenía referencias sobre sus facciones. Pero se sabía que el Liberador se parecía mucho a su madre. Basándose en el retrato de San Martín y en su propio rostro, feminizó los rasgos y produjo la imagen en bronce de Gregoria Matorras.

El le sugirió a Benítez que visitara el pueblo natal de don Juan de San Martín, en Palencia.

Allí fue. Me lo describió como un pueblito pequeño, Cervatos de la Cueza. Se instaló en la ciudad de Carrión de los Condes –a unos siete kilómetros– y caminando, con su esposa, se dirigieron a ese lugar. Por primera vez , al observar los señaladores viales, advirtió que estaban recorriendo el camino de Santiago. Fue emocionante encontrar en ese lugar, tránsito de peregrinos, la modesta casita del padre del Libertador. Estas altas tierras palentinas son muy frías. Y en la casa se conservaba la apequeña habitación donde se había criado Juan de San Martín. De pequeño dormía sobre un trébede, un banco de piedra bajo el cual funcionaba una especie de hogar, donde se encendía la paja del cereal, para calentarlo.

Recuperar esas raíces fundacionales fue muy emotivo, conmovedor, y a la vez despertó en nuestro entrevistado el deseo de recorrer lugares parecidos a lo largo del camino, con sus tradiciones, sus leyendas, sus historias y la arquitectura medieval, que le apasiona. Nos dijo que cree que el gótico es el lenguaje más sublime plasmado por el espíritu humano en la piedra.

Misterioso e histórico recorrido.

 

Le requerimos que le ofreció ese misterioso e histórico camino, refiriéndonos que con su esposa realizaron tiempo después el itinerario que se transformó en un viaje iniciático, revelador. Uno va al camino pensando que, como todo camino, es un medio para llegar a otra parte, pero descubre que en realidad el camino es en sí mismo la meta. La verdadera meta. O nosotros mismos somos la meta. Vamos a él para encontrarnos con lo que esencialmente nos constituye. Para religarnos con nuestro destino de fe y de eternidad. Un viaje interior que nos conduce a lo más sublime, lo más noble del ser humano. Todos necesitamos una respuesta más profunda y trascendente que la que puede ofrecernos la ciencia o la tecnología. Solo la fe, la esperanza en algo que superará la fugacidad abrumadora, desconcertante, de la vida y justificar el destino humano tras su paso efímero por la tierra. De lo contrario lo que triunfa es la vanidad de todo, el transcurso acelerado por el tiempo y la muerte definitiva. Creo que el camino –continuó narrándonos Benítez- impregnado de voces milenarias, nos rescata de nuestra intrascendencia.

 

Le preguntamos que tipo de experiencias vivieron? Y nos señaló que

las experiencias vividas fueron múltiples, con infinidad de testimonios y anécdotas enriquecedoras, desde el mismo instante en que partió desde Roncesvalles y se internaron por los majestuosos bosques del Pirineo navarro.

Durante ese tránsito comprendieron que el camino tiene vida, tiene un mensaje que comunicarnos. Cada lugar, cada ámbito en el mundo, se impregna de un contenido particular y nos traduce distintas realidades del ser. Recuerda que en Salzburgo visitó un castillo donde se conservan los instrumentos de una sala de torturas medieval. Uno de ellos es un mecanismo mediante el cual se puede triturar a un hombre lentamente, destrozándole los huesos y haciéndole padecer sufrimientos terrible y prolongados. Tuvo la sensación de que se asomaba al infierno que el hombre lleva adentro. A lo peor que puede alentar en su alma. Algo demoníaco.

El camino de Santiago le produjo la impresión opuesta, le brindó el mensaje del amor en lugar del odio. Era una ventana que se abría hacia el cielo, hacia lo luminoso, hacia lo mejor del hombre, desbordante de afecto y solidaridad..

Lo ejemplificó con algunas anécdotas entre las innumerables de toda índole que vivió nuestro entrevistado recorriendo el Camino de Santiago.

Por ejemplo la de don Gregorio, que en medio de una tempestad a campo abierto, aguardaba a los peregrinos para abriles la puerta de su casa, en medio del vendaval. Entraron, les dio alojamiento y comida, y en su vieja casona encendió fuego para calentarlos, cuando ya su esposa no sentía las manos por el frío. Cuando pasó todo y se disponíamos a retirarse, le preguntó cuánto le debían por su socorro, por asistirlos y ponerse en gastos. Se sorprendió: “¡Nada, hombre! Cómo no los iba a ayudar en medio de esta tempestad”. No aceptó ningún pago; por el contrario los hizo recorrer su casa y compartir sus recuerdos . Nuestro entrevistado y sus acompañantes sintieron con él una comunión íntima de solidaridad y gratitud.

 

En el colegio de un monasterio.

 

Escenas como esas les ocurrieron en múltiples lugares. En Santo Domingo de la Calzada un matrimonio que dirigía el colegio de un monasterio, junto al hostal en el que se alojaron, pensó que eran caminantes de muy pocos recursos porque no llevaban suficiente abrigo, e insistió en obsequiarles ropa de muy buena calidad para su esposa y para él. Al principio se negó. Pero luego se dio cuenta de que lo hacían por un arraigado sentido de la caridad. Y que esa dádiva les hacía bien a los visitantes y también a ellos. Pensó que cuando aquel santo dio la mitad de su capa a un pobre no solo fue feliz el pobre sino también él. La aceptaron –les vino muy bien– y se prometieron que al retornar a Madrid la obsequiarían a algunas de las personas menesterosas que deambulaban por la ciudad, y así lo hicieron. Todo parecía revelarles una perspectiva compartida que contemplaba la vida no desde las apetencias materiales sino desde un espíritu mucho más elevado y lúcido que encontraba en el camino la esencia más pura de la espiritualidad.

Al preguntarle como sintetizaría la experiencia, nos dijo que sentía que el Camino de Santiago refleja uno de los acontecimientos espirituales más trascendentes registrados a lo largo del último milenio. Una ruta hacia la esperanza que ha sido recorrida desde el siglo IX por millares de seres que encontraron en ella el auxilio religioso y las revelaciones de la fe, a lo largo de su peregrinaje y ante el sepulcro del apóstol mártir Santiago el Mayor.

Es un itinerario impregnado de sentimientos, sensaciones y vivencias definitorias para comprender el destino del hombre. Aunque todo cambió a su lado, hoy continúa vigente –más vigente que antes– , inalterable, pronunciando sus caritativas voces y ofreciendo su cálido refugio.

El periodista e historiador Rubén Benítez sobre el final de la extensa conversación nos manifestó que fue escribiendo durante su recorrida el Diario de un caminante, que publicó a su regreso, primero en notas periodísticas, luego recopiladas en un libro.

Con Jorge Tirabasso, que hizo después el mismo recorrido y lo reflejó en magníficas fotografías, trataron de volcar sus experiencias en un libro compartido: Ofrendas del camino. Recogieron sus ofrendas en imágenes y palabras (poesías), tratando de interpretar el singular idioma del paisaje, los bosques, los árboles, los pueblos y las personas identificadas con el curso del santo sendero que no es otra cosa que la réplica más pura del camino de la vida. El camino de nuestra propia interioridad. Recogieron las plegarias de la piedra perpetuadas en el arte religioso, en el majestuoso vuelo de las torres, en los templos humildes y en los muros luminosos de los pueblos recoletos.

Julio Isidro Pérez (*)Presidente SKAL Viedma-Patagones y Ex- Ministro de Turismo de la Provincia de Río Negro

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