Para descifrar algunos de esos misterios que rodean al Camino de Santiago, Télam dialogó con Manuel Rodríguez Fernández, técnico en Gestión de Plan Jacobeo y responsable de las relaciones con las diferentes asociaciones que se distribuyen en los distintos continentes.
Invitado junto a José Manuel Pichel -jefe de la Oficina Técnica del Camino- por el Ministerio de Turismo de la Nación para las jornadas sobre senderismo que se realizaron en Bariloche, Rodríguez Fernández tuvo la oportunidad de conocer el trabajo que se viene realizando en el sendero «Huella Andina».
«Siempre hablamos de senderos de largo recorrido, pero acá, Huella Andina, está basado en la naturaleza, en el entorno, eso es lo que lo diferencia del Camino de Santiago, aunque en el fondo el protagonista de esos itinerarios es siempre el mismo: el caminante», precisó.
Los múltiples itinerarios del Camino de Santiago tienen como punto final a la catedral de Santiago de Compostela, donde supuestamente se encuentran los restos del apóstol, reliquias que se perdieron en el siglo XVI y fueron recuperadas después de 1879.
«El camino cada uno lo comienza desde donde cree conveniente en función del tiempo, de lo que le gusta o de cualquier otra variable. La mayoría de los peregrinos salen del sur de Francia o desde al frontera española por el camino francés, que es el itinerario más clásico, más famoso y seguido históricamente por más peregrinos hasta Compostela, de unos 700/800 kilómetros», precisó.
También están los caminos inglés, portugués, primitivo, la vía de la plata o la ruta marítima, entre otros, todos con destino final en la Catedral de Santiago, que se pueden realizar a pie, en bicicleta o, los más aventureros, a caballo.
Calificado por la Organización Mundial de Turismo (OMT) como turismo religioso, Rodríguez Fernández prefiere descartar esa simplificación.
«Es religioso y no lo es», asume tras reconocer que «lo está haciendo gente que es atea. Creo que habrá que crear el concepto nuevo de este tipo de caminante, que es turista pero algo más. Creo que viajero es la palabra que mejor engloba al caminante con sentido espiritual», estimó.
«El viajero es un concepto más hondo que el de turista. Por eso, me parece que dentro de la categoría de turista hay que crear otra rama, la de turista viajero, adonde se posicionarían este tipo de senderos -como Huella Andina- que poco a poco se irán cargando de discursos, de contenido propio».
«Este tipo de turistas -continúa- busca itinerarios con matices de recorrido también interior y el camino de largo recorrido hecho así tiene un sentido transformador».
Rodríguez Fernández sostuvo que el viajero «es menos depredador» que el turista de masas y tiene otra ventaja. según su experiencia, «porque tiene costumbre de tener otra relación con el entorno inmediato normal, de gente normal».
«El turista no lo hace -enfatizó- sino que va a hoteles de lujo, vive como en una burbuja, y eso no quiere decir que el peregrino no viva en su propia burbuja, pero es interior, lo que hace que se complemente más con el entorno, disfrute de las costumbres del lugar, vaya a una taberna y se aloje en los albergues donde se duerme con mucha gente, se compartan baños y servicios».
El Camino de Santiago comenzó a tener peregrinos «modernos» hace unos 40 años, a partir de 1950, aproximadamente, la mayoría alemanes y franceses, «un poco por la necesidad de recuperar ese itinerario que existía desde la Edad Media y que después, por lógica del tiempo, se perdió», explicó el especialista.
A pesar de estas diferencias, el sistema turístico está absorbiendo al Camino de Santiago como atractivo, y en tal sentido, pasó de integrar el departamento de Cultura de la Xunta al área de Turismo.
«Estamos tratando de convencer a nuestras autoridades turísticas que el Camino tiene una identidad propia, y el hecho de convertirlo únicamente en turístico sería un error porque perdería su sentido. Puedes concebir al Camino como turismo, pero es más que ello», aclaró.
La etapa final, que es la llegada a la plaza del Obradoiro, es una cuestión casi mística con una gran carga emocional que asciende a medida que el viajero se interna en el templo, luego de traspasar el Pórtico de la Gloria y tocar la columna central, el Parteluz, donde está la figura de Santiago Apóstol con su bastón de peregrino.
«La emoción no es sólo por llegar a la meta, sino por haber hecho el Camino, haber conocido gente, pasado por lugares maravillosos y otros no tanto, haber sufrido hasta dolores y cansancio, y de alguna manera, por asimilarse como parte del Camino», destacó.
Rodríguez Fernández, en referencia a su trabajo con las diferentes asociaciones distribuídas por el mundo, señaló que remontan a las viejas cofradías en que el peregrino queda «enganchado con el camino hasta la muerte».
«Tal es así, que todavía algunos emulan la vieja costumbre de los peregrinos de enterrarse con el atuendo para que el apóstol Santiago interceda por ellos en el viaje al más allá, o bien hacen que sus cenizas sean desparramadas en el Camino, a sabiendas de que Santiago no es un santo milagrero, sino un mediador», detalló.
Finalmente, el especialista volvió a remarcar que «quienes hacen la experiencia de un sendero de largo recorrido buscan revivir la sensación de que el cuerpo regrese a sus orígenes: el caminar. El ser humano es un camino», reafirmó.
Fuente: Télam