El Parque Nacional Chaco es un área protegida de 14.981 hectáreas en torno al río Negro, cerca de la localidad de Capitán Solari, en la zona centro-este de la provincia, que gracias a su clima subtropical cálido alberga grandes lagunas y una exuberante vegetación selvática que alterna con palmares y bañados.Fue creado en 1954 y desde 1990 es una Reserva Natural Estricta debido a la gran cantidad de árboles, plantas, aves, animales y paisajes naturales que contiene entre sus sinuosos y naturales senderos interiores…
Entre su vasta y colorida flora, se destacan los quebrachos colorado y blanco, el espinillo colorado, el lapacho, el guayabí, el guayacán y los chaguares.
En el monte fuerte, a los quebrachos los acompaña el guayacán, de corteza verde y lisa, que brinda refugio al morito o pecarí de collar, un chancho de monte que vive en grupos, y al guasuncho, un pequeño venado que se alimenta de hojas, frutos y hongos.
Su fauna característica, además, comprende aguraguazúes, corzuelas pardas, tamaduás, pumas, hurones, pecaríes de collar, gatos moros, guasunchos, monos caraya, yacarés, tortugas acuáticas, cocoés, ranas trepadoras, curiyús y osos hormigueros y tapires, aunque estas dos últimas especies se ven con menos frecuencia.
«A partir de la protección del área están apareciendo algunas aves que antes no se veían, y estimamos que de a poco comenzarán a verse más seguido otras especies que se fueron desplazando de los parques nacionales Mburucuyá, en Corrientes, y Río Pilcomayo, en Formosa, por malas políticas de conservación que ahora están siendo revertidas», explicó la intendenta del Parque Nacional Chaco, Lorena Mariné Paszko, quien acompañó a Télam en una recorrida por ese predio protegido que recibe unas 5.000 visitas por año.
«Hay fogones, visitas guiadas y actividades para los más chicos, por lo cual el paseo es ideal para las familias»
Esta eco región del Chaco Húmedo es ideal para el avistaje de aves, ya que alberga a más de 340 especies entre las que se encuentran lechuzas, atajacaminos, urutaús, pájaros carpinteros, urracas paraguayas, garzas, chajáes, biguáes, gallitos de agua, cigüeñas, horneros, patos, chuñas de patas rojas y hasta ñandúes.
«El cocoé o tataupá listado, una especie de perdiz de monte muy difícil de observar, ya deja oír sus silbidos, similares a los de una persona, cada vez con más frecuencia, incluso en proximidades de los senderos peatonales», manifestó la joven guardaparque.
Alrededor de las lagunas Panza de Cabra, Yacaré y Carpincho, se desarrollan montes con árboles de más de 15 metros de altura, coloridas orquídeas, enredaderas, helechos epífitos, coloridas sabanas y amplios esteros.
En varias zonas de sus casi 15 mil hectáreas se puede acampar y también realizar recorridos en vehículos y a pie, atravesando modernos y seguros puentes colgantes.
«Hay fogones, visitas guiadas y actividades para los más chicos, por lo cual el paseo es ideal para las familias», acotó Paszko.
Uno de los tramos para caminantes conduce a las lagunas Carpincho y Yacaré, donde se puede hacer avistajes de aves y tener un contacto más directo con animales propios de estos humedales, como la pollona negra, la garza mora, el aguilucho pampa y el yacaré overo. El otro permite el acceso a vistas muy particulares de los árboles nativos.
«Cualquiera de los tres ofrece vistas únicas de toda la superficie del parque, sobre todo en horas del atardecer», señaló la guardaparque Paszko.
El Parque Nacional Chaco no cuenta con grandes cursos de agua, pero por su extensión se destacan el río Negro, que corre en la parte noreste, con rumbo norte-sur, en un cauce bastante sinuoso; y el arroyo Salto de la Vieja, compuesto por un colector y el riacho homónimo, conocido dentro del paseo como San Juancito o Zanjoncito, que luego desemboca en la laguna Panza de Cabra.
Además de los ríos, varias lagunas y esteros configuran su mapa hidrográfico: las principales se sitúan en la zona noreste y son las de Gómez, Carpincho, Yacaré, Eulogio, Anteojos y el estero Ibarola.
En la zona sureste se destaca por su gran tamaño el bañado Palma Sola, el estero El Totoral, y la laguna Panza de Cabra, con una longitud que supera los dos kilómetros y un ancho máximo cercano a los 50 metros.
«En esta época abundan las lluvias y algunos senderos son difíciles de transitar, pero no hay desbordes ni inundaciones porque los cursos de agua están comunicados en forma subterránea y se nivelan a manera de vasos comunicantes», destacó la joven cuidadora de la reserva.
El parque, que tiene una Intendencia con nuevas instalaciones, cuenta con una moderna estación meteorológica equipada con instrumental electrónico y cabañas individuales para cada guardaparque, también con dos camionetas 4×4 «y con todo lo que necesitemos para que el predio esté en óptimas condiciones», remarcó Paszko, quien destacó la predisposición de la Administración Nacional de Parques Nacionales para que todo funcione bien.
«Esto hace posible que los turistas puedan aventurarse por un paisaje donde la heterogeneidad de la flora, de la fauna, de la vida silvestre y de las culturas locales, les causan una sorpresa única», dijo por último Paszko.
Fuente y fotos: Télam