El legendario bandolero Butch Cassidy, un desfile de soldados nazis un año antes de la gran guerra, y la particular figura de Antoine de Saint Exupery, entre otros, sólo pueden haber coincidido en ese mágico y sorprendente territorio del sur del mundo, la Patagonia, y más precisamente en el Hotel Touring Club, en la ciudad de Trelew, provincia de Chubut, que todavía guarda fantásticas historias…
A pesar de lo fantasioso que pudiera resultar, todo estos personajes tuvieron que ver, en algún momento, con la vida de este establecimiento abierto a fines de la década del 80, en el siglo XIX, bajo el nombre de El Globo.
Ubicado en su solar original de la avenida Fontana 240, el Hotel Touring Club, divido en una gran bar confitería por un lado -la parte más antigua y donde los parroquianos se juntan a tomar café o ver los partidos de fútbol en la actulidad-, y el sector más «moderno» por el otro, donde se destaca una trabajada escalera de granito pulido a mano que conduce en laberínticos pasillos, a la treintena de habitaciones, y más allá, a la terraza que tiene las vista más espectaculares de la ciudad de Trelew.
Rafael Fernández, dueño del establecimiento junto a su hermano Luis, desde que sus padres lo adquirieron, en 1962, a Ana Jones, que como su apellido lo indica, era descendiente de aquellos galeses que llegaron para poblar la Patagonia, sorprendió en declaraciones a Télam que los turistas norteamericanos son asiduos visitantes del lugar, y hay una razón.
«Detrás del bar, en la parte más antigua, está el patio alrededor del cual se ubicaban -aún los están, pero inutilizadas- las habitaciones, y en una de ellas se alojó el famoso pistolero americano, Butch Cassidy. Esa habitación la bautizamos ‘Los Bandoleross’, y es un gran atractivo para los turistas de ese país», comenta.
El lugar deja volar la imaginación hacia ese tiempo perdido y no se traduce con lo que un visitante desprevenido pudiera pensar de un delincuente con tremendo prontuario: austera, con una tinaja para bañarse, la cama que no invita a la comodidad con su cabecera de bronce, un par de maniquíes vestidos a la usanza de la época, sin baño -un excusado en el exterior-, con decenas de fotografías y recortes de periódicos que alimentan el mito.
Frente al hotel, el edificio del Banco Nación, que data de esos tiempos, parecía ser una invitación para el delincuente, pero a decir de Fernández, la institución se salvó porque estaba dirigida por un norteamericano que parece que había hecho buenas migas con el delincuente.
Mientras, en la confitería, una foto del ex dos veces presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, da cuenta de la visita que el «zorro», como lo apodaban sus detractores y admiradores, hizo al lugar para reunirse con los colonos galeses o sus descendientes.
Otro de los personajes famosos que estuvo en el hotel fue el prolífico Antoine de Saint Exupery, ese aventurero que supo recorrer la Patagonia a bordo de su avión llevando correspondencia.
«Estuvo alojado acá dos veces, en 1930, en su viaje inaugural de aeroposta a Trelew, y escribió una carta a sus colegas aviadores contándoles que el Touring Club era el mejor de la Patagonia», cuenta con orgullo su actual propietario.
Otra curiosa historia ocurrió en 1938, cuando llegó a Puerto Madryn un acorazado alemán -país que en ese momento estaba bajo el nazismo-, y los jefes y soldados se llegaron hasta el hotel para realizar un vino de honor.
«Hay una filmación que muestra cómo desplegaron todas sus insignias nazis y los soldados desfilaron frente al hotel», asegura el propietario, y la imagen no puede resultar más surrealista e inquietante.
Un acontecimiento de la historia trágica del país también sucedió en el Touring Club, cuando en el año de lo que se conoce como la Masacre de Trelew, tres de sus sobrevivientes dieron una conferencia de prensa, pero como la vida misma, con su rostro de fatalidad y fortuna, fue también el primer lugar donde se realizó una transmisión por cable.
Todas estas grandes y pequeñas historias que envuelven al hotel, que nació de la fusión del hotel Argentino y el hotel Globo -éste último erigido en un lote originario de la Compañía Inglesa Argentina Southern Coop. Ltda y del ferrocarril- son argumentos suficientes para conocer y alojarse en esta reliquia que continúa en pie.
Un recorrido pormenorizado permite apreciar y reconocer esos fieles materiales de construcción traídos de Europa; soñar con una época en donde a esa tierras lejanas llegaron los mayores adelantos de su tiempo en cuestión de hotelería; imaginar el tintineo en el salón comedor -réplica exacta del frente del hotel- de las copas de cristal, la vajilla de porcelana inglesa y los cubiertos de plata; o escuchar el sonido del piano en cenas repletas de comensales.
Hoy día cuenta con todas la comodidades propias de la modernidad, pero sin lugar a dudas, ingresar al Hotel Touring Club es dar un paseo por la historia, algo que apreciarán los turistas que lo elijan, como alguna vez lo hicieron otros que fueron famosas leyendas en el país y en el mundo.
Fuente y fotos: Télam