Chubut:Elefantes marinos,los gigantes de la costa aumentan su población en la Península Valdés

Es el mayor asentamiento del mundo de esa especie en suelo continental, y no para de multiplicarse y de ofrecer al turista la oportunidad de conocer de cerca a estos animales fascinantes.Estos mamíferos ocupan las islas subantárticas y poseen otras colonias en el territorio continental argentino, donde también aumentan su número, ya que están especialmente adaptados para soportar las más bajas temperaturas…

En medio de las focas o lobos marinos, los elefantes del sur, Mirounga Leonina, son uno de los mayores atractivos naturales que ofrece la Península Valdés, el paraíso ballenero, la tierra de caza de las orcas, el territorio de los pingüinos magallánicos y el gran hábitat de los delfines patagónicos y de un sin fin de aves marinas.

Sin embargo, estos gigantes de hasta seis toneladas de peso, no brillan como la ballena y son algo así como «la cenicienta» de la fauna del sur.

El elefante marino es la foca más grande del planeta, aún más grande que las morsas del norte, famosas en los dibujos animados, y pueden trasladarse usando sólo las aletas anteriores, mientras que nadan propulsándose con las aletas posteriores, lo que los diferencia de los lobos marinos.

Existen dos especies de elefantes marinos en el mundo: el del norte, que vive en islas del Océano Pacífico cerca de las costas de California; y el del sur, que es circumpolar.

La Península Valdés representa el extremo norte del área de distribución del elefante marino en el sur, explicaron a Télam especialistas y biólogos del Ministerio de Turismo de la provincia de Chubut.

Un macho adulto de elefante mide de 4 a 5 metros de largo, dos o tres veces más que un lobo marino adulto, y pesa de 2.000 a 3.000 kilogramos, 30 veces más que una hembra adulta de lobo marino del sur.

Los machos de elefante marino son muy diferentes a las hembras en forma y tamaño. Un macho adulto puede pesar hasta 8 veces más que una hembra adulta y ser de 2 a 3 veces más largo, detalló el especialista Leo Gasset a Télam.

Los machos se caracterizan por su trompa, proboscis ó probóscide que se desarrolla al máximo en los adultos, cuya utilidad es tema de discusión de los científicos.

Las crías nacen negras, pero tras el período de lactancia, cambian el pelo por uno gris y al mes ya son de color gris plateado.

Juan Rodríguez, guía turístico, indicó hoy a Télam que la primavera «es el mejor momento del año para ver elefantes marinos activos. Entre agosto y noviembre, se encuentran en temporada de reproducción, pero durante el verano pueden verse animales jóvenes o hembras adultas mudando de piel».

Es entonces cuando estos animales y las focas protagonizan uno de los momentos más dramáticos de la vida natural: el destete, es decir, cuando los jóvenes ya no pueden vivir más de la leche materna y deben dejar a sus progenitores para ir a buscar su propia comida en el mar.

«Las madres intentan frenar a sus hijos, pero los machos no les permiten abandonar la manada para ir detrás de sus crías y las aplastan, por lo que ellas gimen bajo los machos mientras los jóvenes se van al mar», explicó el guía.

Los turistas pueden presenciar estas escenas en la costa de Península Valdés, pero a cierta distancia.

La zona alberga a casi la mitad de la población de esta especie del país, unos 20.000 ejemplares, cuando se calcula que en todo el país viven unos 43.000 animales, pero la de la península tiene la particularidad de que su comunidad crece, a pesar de la pesca y del turismo.

Los elefantes marinos viven casi ocho meses del año en el mar, pero en el verano se acercan a la costa donde particularmente los machos permanecen inmóviles sobre la arena, por lo que los inexpertos creen que son piedras.

Cada macho puede tener de 15 a 150 hembras en su harén, dominio que deberá defender de los jóvenes, llamados «machos periféricos», que intentarán arrebatarle a sus compañeras. Pero los viejos sabrán conservar lo suyo a fuerza de topetazos y mordeduras, dignas de una buena película de acción.

Fuente: Télam /Por Abel Sanabria

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