Las islas son una cita a la placidez y al recreo de un mar turquesa en medio del océano entre Australia y América del Sur.Todo para disfrutar. Belleza y más belleza para recrear la vista del turista. Mar turquesa, aguas cristalinas, riqueza vegetal y submarina, hospedaje al borde del océano y también sobre el mismo mar Pacífico…
Si hay un destino que para el imaginario occidental expresa la idea de un paraíso en la tierra, ese sitio es Polinesia. Mar turquesa de aguas poco profundas, fondos coralinos de espectacular belleza y biodiversidad, playas solitarias de arena blanca o rosada, selvas de color esmeralda, irisaciones —fenómeno óptico meteorológico que se manifiesta cuando aparecen coloraciones en las nubes, siendo los más habituales el verde y el rojo—, resorts de lujo con bungalows sobre el agua, o sea un destino ideal tanto para una estancia de relax y romanticismo como para el turismo activo y el cultural.
El Estado Polinesio está conformado por 118 islas, se encuentra en el océano Pacífico, entre América del Sur y Australia —al norte está el archipiélago de Hawaii, al suroeste Nueva Zelanda y al sudeste la isla de Pascua— ocupa una superficie de mar tan extensa como Europa y abarca cinco archipiélagos: Sociedad, Marquesas, Tuamotu, Gambier y Austral. Las más visitadas son las Islas de la Sociedad: Tahití y Moorea (Islas de Barlovento) y Bora Bora, Huahine, Tahaa y Raiatea (Islas de Sotavento). El último censo otorgó a Polinesia una población de unas 285 mil habitantes, de los que el 75 por ciento habita en Tahití.
Si piensa que aún falta mucho tiempo para disfrutar de los paseos a la orilla del mar, no se desanime. En la Polinesia Francesa no hace falta que el calendario marque los meses de julio y agosto para aprovechar esta experiencia, pues en esta región las playas deleitan durante todo el año. En este triángulo imaginario de unos 4.200 kilómetros cuadrados, se engloban islas tan idílicas como las que se conocen en esta propuesta de relax y descanso: Tahití, Moorea y Bora Bora son los destinos paradisíacos en los que la rutina queda olvidada por completo.
Tahití es la isla más grande de la Polinesia Francesa y se encuentra en el Archipiélago de la Sociedad, esta rodeada de un arrecife de coral. Allí se podrá disfrutar de un entorno privilegiado, donde las islas se presentan como montañas verdes que flotan sobre la superficie turquesa del agua, y conocer las tierras escogidas por artistas como Paul Gauguin o Robert Louis Stevenson para dejar volar su imaginación.
Las cosas que hacer en Tahiti no son tan pocas como tiende a pensar el viajero no avisado. A menudo se desestima por considerarla demasiado «desarrollada» y se visita solo por obligada operativa aérea, ya que el aeropuerto de Faa’a en Papeete —su ciudad capital— es la puerta de entrada y salida del archipiélago. Y por ello rara vez es el objetivo principal del viaje a la Polinesia Francesa. Sin embargo, esta isla de unos 1.000 kilómetros cuadrados —el doble que Ibiza, por ejemplo— con cimas tapizadas de densa vegetación que superan los 2.000 metros y desde cuyas faldas bajan espectaculares saltos de agua y cascadas, esconde un interior realmente salvaje y cuenta con la mejor oferta comercial, de restauración, ocio nocturno y de turismo activo de toda la zona de islas.
La mayor parte de la población de la isla reside cerca de la costa, dejando el interior de la isla casi intacto y antiguo, a pesar de la proximidad a la bulliciosa capital de Papeete, que significa «canasta de agua». La ciudad fue una vez un lugar de reunión donde los tahitíanos llegaron a llenar sus calabazas con agua fresca. Ahora, Papeete cuenta con resorts de primer nivel, spas, excelentes y exclusivos restaurantes, discotecas, vibrantes mercados, museos, tiendas de perlas y boutiques, mercados, museos, tiendas de perlas y boutiques. Tahití ofrece un mundo de aventuras para familias y para niños de todas las edades. Ya sea que esté allí por un día o una semana. El entorno urbano y de la isla ofrece una combinación única de alojamientos y actividades para familias, que incluyen piscinas de gran tamaño, algunas con cascadas y fondos de arena; playas de arena blanca y negra con snorkel tranquilo y superficial; vehículos de excursión en 4×4 de tamaño familiar para expediciones en la exuberante exploración interior con un picnic bajo una cascada; excursiones guiadas de senderismo y paseos en bote con un naturalista que ofrece un estudio de cerca de la vida marina, de aves y plantas; museos y puntos de interés alrededor de la isla con exhibiciones sobre geología, arte, historia y exploración; presentaciones regulares de música, deportes y baile con niños locales; excursiones nocturnas a la costa donde los roulottes ofrecen una forma divertida de disfrutar de la comida y el postre junto con las familias locales y sus hijos. Un playground de la naturaleza que ya en 1920 National Geographic Magazine decía: «Tahití es una extraordinaria obra de creación, una joya en forma de arco de verde maravilloso «, esas palabras ayudaron a abrir los ojos del mundo a la belleza de la isla.Y hoy no ha cambiado ya que dentro del interior oculto hay una tierra virgen de cascadas imponentes, ríos que corren, valles profundos llenos de flores y picos colosales.
Ahora bien, hay que advertir que en estas islas paradisíacas acecha un terrible peligro: el de sentirse tentado de cortar amarras y quedarse en ellas para siempre. Además, es en ella donde el viajero sagaz encontrará las huellas de los creadores del mito de los Mares del Sur: Pierre Loti, Stevenson, Melville, Gauguin y James Norman Hall. He aquí una lista de cosas que ver y que hacer en Tahiti como por ejemplo recorrer el mercado público de Papeete (Mapuru a Paraita) es el mejor lugar para descubrir los productos de las islas de Polinesia y la vida cotidiana de sus gentes. Está abierto todos los días desde las 6 a las 18, y de 16 a 19 los domingos, cuando está particularmente animado. Habitualmente, a las 16, llegan al mercado las capturas pesqueras del día. Tiene dos plantas: en la primera los productos perecederos; en la segunda artesanía, flores y textil. Una visita obligatoria entre cosas que hacer en Tahití.
Ir al Centro Artesanal de Papeete (Centre des Métiers d’Arts) es otra cita imperdible y ver el lugar donde los jóvenes aprenden oficios ancestrales de la tradicional polinesia. El visitante puede admirar sus trabajos aquí o en los puestos de la plaza Vaiete. También recorrer el puerto de mayor escala del Pacífico Sur y observar su trajín de entrada y salida de buques pesqueros, yates de recreo, ferries provenientes de las islas y grandes cruceros ofrece un ameno espectáculo.
Al atardecer, a eso de las 18, las roulottes —furgonetas y kioscos— aparecen junto al puerto, en la plaza Vaiete, ofreciendo variada cocina (pescados, carnes, especialidades chinas, pizzas, crepes) a precios muy convenientes y en un ambiente popular y desenfadado, especialmente los viernes y sábados. Degustarlos es una de las cosas obligatorias que hacer en Tahiti. Y si buscamos algo de cultura tradicional ahí está el Museo de la Perla de Robert Wan. El magnate de la perla de Polinesia tiene tiendas en los principales hoteles de Polinesia y su museo en el centro comercial Vaima de Papeete, de entrada gratuita, es imprescindible para familiarizarse con el cultivo de esta joya del mar.
A pocos kilómetros de Papeete, en Arue, los amantes del mito de los Mares del Sur tienen otra cita obligada con la casa colonial de James Norman Hall en la que residió en la primera mitad del siglo XX este americano de Iowa, un héroe de la Primera Guerra Mundial que, en colaboración con Charles Nordhoff, escribió la trilogía sobre el motín del Bounty que sirvió de inspiración para la legendaria película, protagonizada por Marlon Brando, «Rebelión a bordo».
Por supuesto en la agenda del turista no puede faltar el tour por toda la zona. Un total de 115 kilómetros de carretera circunvalan la isla a lo largo de su costa agreste. El tour puede partir de Papeete y en el sentido de las agujas del reloj, la carretera conduce a Punta Venus, lugar histórico que vio desembarcar a los primeros polinesios en sus piraguas dobles, a James Cook en 1767 o a la legendaria Bounty y junto al que se encuentra la hermosa playa de arena negra de Mahina y un faro. A continuación se alcanza la triple cascada de Faarumai y el Trou du Souflleur, en el que el agua del mar surge rugiendo a través de un agujero en la roca. Tras cruzar el estrecho istmo que une Tahiti Nui con la «casi península» de Tahiti Iti se llega a la idílica meseta de Taravao.
Otra parada obligada es el Museo Paul Gauguin, que evoca la relación del pintor con las islas de Polinesia y exhibe obra menor del artista: acuarela, escultura, grabado y algún préstamo puntual de su obra pictórica mayor. Tres tikis de las islas Australes se conservan en su jardín. Junto al museo se encuentra el exuberante Jardín Botánico Harrison W. Smith y un poco más al norte las grutas de Maraa. Ya en Punaauia, a pocos kilómetros de Papeete, se visita el imprescindible Museo de Tahiti y sus islas, que divulga el conocimiento del origen, tradiciones y cultura de los habitantes de la Polinesia. El tour puede realizarse por cuenta propia, alquilando un vehículo o contratando una excursión de medio día o día completo, en la que se incluye un almuerzo en el restaurante Gauguin.
También se puede hacer un tour en 4×4 por el interior de la isla, que está poco explotado turísticamente y esconde valles de vegetación selvática, cascadas virginales, crátreres, cañones y barrancos en los que practicar el canoying, abundante flora y fauna. Imprescindible un almuerzo en Relais de la Maroto, un hotel en medio de la selva de montaña en lo alto del valle de Papenoo y con espectaculares vistas.
Tahiti es cuna del surf y representa una de las mecas del surf del Pacífico, para muchos lo principal que hacer en Tahiti. La ola de Teahupoo, en Tahiti Iti, es mítica entre los devotos de la tabla. Los menos audaces encontraran olas menos vertiginosa en Papara o Taapuna, en la costa oeste; o en Papenoo en la este.
Y por supuesto el buceo. La isla cuenta con siete centros de buceo y amplia variedad de lugares: pecios de la Segunda Guerra Mundial, arrecife, jardines de coral y grutas. No quedan excusas para no incluirlo entre cosas que hacer en Tahiti.
Pero no solo de playas vive Polinesia. Así puede comprobarse al bajar del avión en Papetee, la capital de Tahití, donde el paisaje marítimo combina con un espectáculo montañoso que pinta de colores vibrantes el horizonte. Los que no tengan la suerte de conocer la isla se llevarán una sorpresa al darse cuenta de que la arena de sus playas es negra por el origen volcánico de Tahití, un matiz cromático que le permitirá tomar unas fotografías increíbles.
Huso horario
En Tahití el huso horario tiene actualmente siete horas de retraso en relación a la Argentina. Para que el «jet lag» no haga mella en su viaje y le trastoque los horarios, es recomendable no realizar demasiados esfuerzos durante el día de llegada a Tahití. Aproveche para dar un paseo por las calles de Papetee, donde conocerá su clásico mercado de flores y la tradicional concentración de puestos callejeros conocidos como roulottes.
«Lagarto dorado»
La isla de Moorea, a tan solo 17 kilómetros al noroeste de Tahití, será su siguiente parada después de un tranquilo recorrido en barco. En tahitiano, el nombre de este lugar donde se podrá pasar varias noches, se traduce como «lagarto dorado». No se preocupe, que ningún reptil amarillo aparecerá para asustarle: la denominación proviene de una antigua leyenda que culpa a este saurio de haber partido con la cola las dos bahías de Moorea, conocidas como Opunohu y Paopao.
Podrá aprovechar su estancia en Moorea para bañarse en sus espectaculares playas —las mejores están en la zona norte, donde también se ubican los hoteles más lujosos—. Senderismo por sus parajes montañosos, kayak por sus aguas cristalinas o buceo entre sus fondos de coral son algunas de las actividades que se ofrecen para que los días en esta isla de 133 kilómetros cuadrados sean inolvidables y estén plagados de experiencias.
Bora Bora y los hoteles sobre el agua
Bora Bora será la isla que ponga el broche final a su viaje por la Polinesia Francesa. Antes de partir de vuelta a casa, tendrá la posibilidad de explorar la conocida como «perla del Pacífico» por sus playas de fina y blanca arena. Bora Bora es un atolón, una formación de apariencia anular con una laguna interior que comunica con el mar a través de pasos estrechos.
Los contrastes entre diferentes tipos de azul —verdoso, turquesa, cian, marino— le harán darse cuenta de lo hipnótica que puede llegar a ser Bora Bora. Debido a la preciosa gama cromática de sus aguas, en este atolón es muy recomendable alojarse en «overwater», unos bungalós edificados sobre pilotes en la laguna central de la isla donde también se puede nadar con tiburones o practicar snorkel. ¿Se imagina despertarse y tocar el mar nada más con abrir los ojos?
Cuándo y cómo ir
La época ideal para visitar Polinesia es de mayo a octubre, el denominado «invierno seco», en el que apenas se registran precipitaciones, el aire es más seco y las temperaturas más frescas. Ahora bien, marzo, abril y noviembre son también recomendables, pues no son temporada alta aún y los precios resultan más baratos. En cualquier caso, la época de lluvias, de diciembre a febrero, no debería frenar al viajero para visitar Polinesia, ya que las lluvias, aunque intensas, no duran demasiado tiempo. Es casi imposible que en eses meses se pueda arruinar un viaje por condiciones climáticas. La media anual de temperatura es de 27 grados. El agua en las bahías y lagunas se mantiene a unos 26 grados.
La empresa LAN vuela dos veces por semana entre Santiago de Chile y Papeete, con escala en la Isla de Pascua, este vuelo es una conexión importante de vuelos provenientes de distintas ciudades de Sudamérica, también hay otras aerolíneas de código compartido
En Polinesia Air Tahiti vuela a 40 islas dentro de los cinco archipiélagos. Las islas más populares, como Bora Bora, Huahine, Raiatea o Rangiroa están conectadas a Tahiti por medio de varios vuelos diarios. Air Moorea vuela sólo de Tahiti a Moorea con pequeños aviones Fokker con capacidad de 12 a 20 pasajeros. Para recorrer varias islas, es recomendable informarse previamente sobre los «Air Pass» de Air Tahiti, ya que ofrecen un importante descuento en el billete.
En cuanto a visado para estancias iguales o inferiores a tres meses, sólo se necesita el pasaporte en regla para ciudadanos de la Argentina, México y Uruguay. Los naturales de los otros países deben informarse en la embajada o consulado de Francia de su lugar de residencia.
Moneda e idioma
La moneda oficial es el Franco Polinesio (FCFP), un euro equivale a unos 120 FCFP. Es recomendable hacer el cambio de divisa en el aeropuerto de Papeete, aunque las islas más turísticas disponen de cajeros automáticos. Se admiten las principales tarjetas de crédito. Las lenguas oficiales son el francés y el tahitiano. En establecimientos turísticos el inglés es común.
Las Islas de Tahití son un centro del universo romántico. Un lugar donde cada persona que alguna vez haya experimentado el mana, el espíritu, de las islas, te dirá que es donde encuentras, «la vie heureuse», la vida feliz. Está más cerca de lo que piensas y es más fácil viajar de lo que puedas imaginar.
El hola, bienvenidos («Ia ora na e manava») evoca visiones de una isla paradisíaca, días exóticos, noches románticas y aventuras en el Mar del Sur. Afirman que las islas destilan un poder de vida que hace que cada experiencia allí sea inolvidable. Los tahitíanos llaman a este poder, maná. Y dicen que se siente, que ondula la espina dorsal en el momento en que se baja del avión, y llena el alma y se huele en el aire. Una vez que se haya experimentado las islas de Tahití, afirman que fluirá por las venas para siempre.
Fuente: www.lacapital.com.ar