Entre Ríos: Y sus Aldeas alemanas

El circuito turístico “Aldeas Alemanas del Volga”, en las orillas del Paraná, cuenta la historia de la inmigración rusa durante el recorrido de cinco aldeas en la provincia de Entre Ríos. “Las Aldeas Alemanas del Volga” remite a la historia de amor del zar ruso Pedro II con una mujer alemana, ungida como la emperatriz Catalina La Grande, quién llevó campesinos de su país a trabajar en las orillas del Volga…

En 1877 el primer contingente arribó al puerto de Buenos Aires y se instaló cerca de la ciudad bonaerense de Coronel Suárez, y el segundo se afincó en la ciudad-puerto de Diamante. La primera en fundarse fue Valle María, la aldea madre, y le siguieron Protestante, Spatzenkuter, Salto y San Francisco, donde a los dos años el trigo que sembraban ya se exportaba a Europa. Al mismo tiempo que surgían los trigales se levantaban iglesias de estilo gótico alemán, edificios arenados de altas torres cónicas, y sólidas casas con pequeñas ventanas en los techos a dos aguas, similares a las de los hogares rusos. El clima de estas latitudes, alejado de las grandes nevadas de la comarca rusa del Volga, hizo que los colonos abandonarán ese diseño y construyeran techos planos y fachadas con columnas.

La gente y su historia

El contraste edilicio entre las casonas antiguas y recicladas, y los modernos chalets, es muy evidente en aldea Protestante, cuyo nombre deriva del origen evangélico de sus habitantes. “El principal atractivo del circuito es la gente y su historia”, dice Gareis, quién está escribiendo un libro sobre la colonización y sobre cómo se han mantenido las tradiciones.

Los jardines siguen poblados de helechos y tacos de reina, y siempre hay un acordeón cercano que desgrana polcas, pasodobles y valses. Los casamientos ya no duran tres días, como antes, ni tampoco las casaderas bordan doce pañuelitos blancos, esperanzadas en que al terminar la labor las pedirán en casamiento.

 

 


 
También el remate entre las familias del novio y de la novia, para juntar fondos para la nueva pareja, es una tradición que se va perdiendo. Lo que perdura son las artesanías, como los mates forrados en cuero de carpincho, las mermerladas y los escabeches caseros, y las cruces de hierro labrado del cementerio. Más allá de resguardar el pasado, los seis mil pobladores de las aldeas pueden acceder a programas de capacitación, especialmente dirigidos a guías y prestadores de otros servicios turísticos.

Fuente: Suplemento Diario La Capital
Fotos: www.aldeasantamaria.com.ar

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