Chile: El museo de Atacama

No sabíamos que San Pedro de Atacama además de los geiser de Tatio, las minas de cobre a cielo abierto, los reflejos del atardecer en la cordillera de sal, contara con un museo que nos reveló la existencia de una cultura sabia y potente como la del pueblo atacameño…

Al entrar en este pequeño museo franqueado por la escultura de su creador, el padre Gustavo de Paige, un sacerdote jesuita que iniciara las investigaciones arqueológicas por el año 1959, nos invade la luz de un techo circular por cuyas ventanas se cuelan los rayos del sol de enero. Al recorrer sus salas, diseñadas para reconocer la evolución de esta cultura que se inicia como pueblo cazador hasta que se asienta en San Pedro, nos invade el asombro.

Más de 380 mil piezas, desde el origen hasta la llegada de los españoles, dan cuenta de la vida de estos habitantes que en torno a la agricultura, levantan sus viviendas, fabrican herramientas, tienen fe en sus dioses naturales y respetan la muerte de los seres queridos.

 

Algunas vitrinas de gran tamaño se encuentran vacías, sus letreros indican que en ellas se hallaban en exhibición momias encontradas en los cementerios, que ante el reclamo de los descendientes fueron devueltas y enterradas nuevamente en el lugar donde los arqueólogos las habían extraído.

Queremos destacar el hecho de que, gracias a esta advertencia, quienes estaban al frente de las investigaciones arqueológicas decidieron abandonar la búsqueda en los cementerios e indagar sobre aquellos lugares del pueblo donde la vida ajetrea lo cotidiano. Y allí comienza una segunda etapa de la investigación, que reúne testimonios de una cultura evolucionada, cuyas similitudes evidencian contactos con Tiahuanaku y posteriormente con el imperio Inca. En el recorrido por el museo nos maravilla descubrir la sala del tesoro, donde encontramos valiosas piezas de oro realizadas por este pueblo que sabiamente se adapta a las precarias condiciones de una geografía que ofrece pocas posibilidades de sobrevivencia.

Y justamente es por este último detalle que al recorrer San Pedro de Atacama actual, con un despliegue de automóviles importados y una movida de boliches, rústicos, nos preguntamos ¿Dónde están hoy los descendientes del pueblo atacameño? ¿Detrás de qué rostros se oculta este pueblo originario, que sólo pudimos descubrir en el museo?

Para llegar a este lugar hay que atravesar el silencio de un paisaje casi lunar, donde el viento desnuda las montañas hasta convertirlas en flecos de arena o sal, sal que se mete por las venas de una América Latina todavía amordazada, una América a la cual le debemos la voz del grito que denuncie tanto olvido.

Fuente: Diario La Capital

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