No sólo visitar las cataratas debe ser el objetivo, la zona de Misiones y Fox de Iguazú ofrece variantes complementarias que no hay que dejar de ver. Además el turista puede optar yendo en un contingente, que suele reunir a viajeros de distintas partes del país con buena onda, y buscar un coordinador como el famoso Hormiga que constituye un plus adicional para pasar unas divertidas vacaciones. También si desea trasladarse por su cuenta es una alternativa válida, ya que la cordialidad por suerte es moneda corriente en esta área argentina-brasileña.
Por supuesto que el recorrido del circuito superior, por pasarelas que tienen 650 metros de extensión, del lado argentino admirando el salto Bossetti y luego el paso inferior, de unas 14 cuadras de largo, que posibilita una visión muy cercana, a metros, del mismo salto es impactante, casi se toca la catarata, a centímetros de la bruma provocada por la caída del agua. Ni que hablar de la joya del recorrido: la Garganta del Diablo, un espectáculo único, majestuoso y que deja una imagen que jamás se podrá olvidar. Para llegar a ese balcón que permite ver la impactante caída de agua, se debe transitar una pasarela de 1.100 metros, previo paseo en un típico trencito ecológico.
Ambos parques, separados por el río Iguazú, juntos integran la más importante continuidad biológica del centro y sur de América, son más de 600 mil hectáreas de área protegida y otras 400 de floresta aún natural.
De esa cifra, sólo unas 180 mil pertenecen a Brasil, el resto está en territorio argentino. La riquísima biodiversidad de flora y fauna es un verdadero patrimonio natural mundial, tal como lo declaró en su momento la Unesco.
Adrenalina pura
Pero hay otras opciones, para los que buscan aventura pueden navegar el río Iguazú, remontándolo en gomones semirrígidos a motor, hasta llegar al corazón mismo de las cataratas y pasar a centímetros de ellas e incluso por debajo respirando la húmeda espuma y por supuesto, gozando o sufriendo de un baño total de sus aguas es un safari acuático imperdible, una sensación de vértigo, adrenalina, alegría y de tener la certeza de estar vivo más que nunca.
Es un viaje seguro, que dura unos 25 minutos, y se recordará toda la vida.
Parque de las Aves
Del lado brasileño a pocos kilómetros de las cataratas, se encuentra el Parque de las Aves, un lugar que aunque a quien no le gusten las plumíferas especies le va a encantar. Un paraíso de cientos y cientos de pájaros de las más variadas formas, tamaños y colores indescriptibles que sobrevuelan los senderos y se posan a centímetros de los visitantes. Hay tucanes mansos, papagayos, loros, flamencos, grullas, pericos, pavos reales y especies en vías de extinción. Es un santuario ecológico. En viveros en medio de la vegetación se pueden observar más de 500 especies de aves nativas o de otros continentes, en un verdadero Edén. Posee un área de 16.5 hectáreas, de las cuáles cuatro están destinadas a instalaciones, y las restante a la protección ambiental. Se puede ingresar a gigantescos jaulones y viveros denominados «floresta» y «pantanal», que alcanzan 630 metros cuadrados de área y ocho metros de altura.
Otra visita original del lado argentino, y también a pocos kilómetros de las cataratas, es el emprendimiento familiar La Aripuca (nombre que proviene de una trampa que los guaraníes hacían para cazar animales sin lastimarlos). Allí se pueden ver árboles de mucho más de 300 años y otros de sólo diez de la misma clase, que han sido plantados para que cuando los viejos «mueran» no se extinga la especie vegetal. Se aprecian construcciones de viviendas hechas con troncos de cien metros de largo y de más de 70 kilos de peso, que fueron derribados por rayos o que cayeron solos por el paso de una vida más que centenaria. La premisa es cuidar la fauna y, sólo con los árboles caídos, toda una tradición de padres a hijos fue haciendo un emprendimiento que comprende la construcción de gigantescas viviendas.
Hay una reservación indígena que hace productos tradicionales y también el grupo familiar fábrica dulces y helados artesanales de mate, y hasta elabora yerba instantánea sin conservantes en frasco. Es una visita complementaria muy interesante. Más datos en www.aripuca.com.ar De entrada se advierte que el espectáculo nocturno de capoeira, festival de danzas cariocas, vestuarios exquisitos, música de diversos países y bellas mujeres ligerísimas de ropa empieza en punto a las 22 y termina a las 24 . El salón de lunes a sábados congrega a mil personas por noche de las más variadas nacionalidades.
Ruinas de San Ignacio
También rumbo de las cataratas o al regreso se pueden ver las famosas ruinas de San Ignacio, que fueron abandonadas en 1767. Las reducciones jesuíticas guaraníes en su apogeo formaron 30 pueblos, que tuvieron más de 140 mil habitantes en total. Fueron destruidas en 1817 y comenzaron a restaurarlas en 1940, aún hoy continúan haciéndoles mantenimiento a estas ruinas declaradas Patrimonio de la Humanidad.
A 40 kilómetros de Puerto Iguazú encontramos las minas de Wanda, donde se halla un yacimiento de piedras semipreciosas de cristales de cuarzo, amatistas, ágatas y topacios. Algunas de estas que son gigantes se cotizan hasta en 25 mil pesos, por supuesto hay pequeñas que sólo cuestan tres pesos.
Pero el verdadero valor de toda la excursión, sin duda, son los momentos vividos y los recuerdos aquilatados, que no se olvidan más y no tienen precio.
Más info en :www.misiones-sanignacio.com.ar/
Fuente: Suplemento Diario La Capital/Por Carlos Pulvirenti y Nora Mussio