Al presentar nuestro modelo de TURISMO Y ECOLOGIA, ante los participantes del “III Seminario Internacional sobre Áreas Protegidas y Turismo”, en Rawson, 1974, les explicaba que habíamos tomado la línea de John Muir, del Perito Moreno, de Exequiel Bustillo, reconociendo que la actividad turística, en el sesgo de viajeros con aptitudes respetuosas y de allí sustentables y compatibles con la naturaleza… Puntualice que hoy todavía está en vigencia las economías de gran parte de las jurisdicciones provinciales y hasta nacionales de los países, que no pueden darse el lujo de cuidar generalidades de “bien común”, cuando con sus presupuestos, no satisfacen lo elemental de: salud, educación y seguridad. Les recordaba que Turismo y Ecología, tienen en común su juventud y como tales ciertas turbulencias y ambigüedad en su significados. En ocasiones parecieron antagónicas. El turismo semejaba una frívola actividad humana que lanzaba muchedumbres sobre la naturaleza indefensa. Hoy, los mecanismos de comunicación permiten fortalecer previsiones culturales para lo que requiere crítica sostenibilidad y existe la tecnología, que nos puede advertir en tiempo y forma para llegar a tiempo ante aptitudes negativas.
También en esa oportunidad, le dábamos nuestra conclusión de que nuestros países (subdesarrollados o emergentes) deberían cuidar los territorios, aptos para la recreación o el turismo, con figuras Nacionales (caso Parques o Reservas Equivalentes), Provinciales, Municipales y Privadas, ya que nuestros países si le sumamos espacios protegidos, en muchos casos autofinanciadles (como el modelo Chubut) no solo le aportan a la Autoridad Responsables del “Medio Ambiente”, un espacio casi ideal, sino que todo concurre, para la mejor de las formaciones culturales en los pueblos
Desde la antigüedad se observa la preocupación por la protección del suelo, la conservación de los bosques y ríos, pero con un enfoque desintegrado de la realidad, sin atender a la indivisibilidad de la naturaleza.
Esto se fue dando porque se vivió por siglos en un mundo despreocupado del futuro de un medio natural que semejaba infinito.
Las Creencias empíricas de los siglos anteriores fundamentaron el inicio de la revolución industrial y el comienzo de la revolución de la biomasa humana.
Cuando el incremento poblacional y las demandas crecientes de recursos naturales comenzaron a expresarse como una modificación evidente del entorno, se escucharon entonces las primeras voces de alarma.
El verbo utilizado era: CONSERVAR tenía como característica CONSERVAR POR PARTES. Estábamos en el mundo de las partes: Áreas de naturaleza notable. (Bosques, monumentos, fauna, etcétera).
No se trata de considerar medios urbanos ni medios rurales, solo zonas protegidas pero el conjunto esta protegido. En la naturaleza se salvaban sus valores mas notables a través de los Parques Nacionales. Esto ocurre en la segunda parte del siglo XIX (Yellowstone 1872 – EEUU).
La respuesta fue la apropiada a la concepción del mundo del siglo XIX. (con solo mil millones de habitantes) Decían: salvemos las partes Valiosas, inspirados en la idea del progreso sin limite.
En 1950 (después de la segunda guerra mundial (con 3 mil millones de habitantes en el planeta) la interpretación del cuidar solo las partes, comenzaba a resquebrajarse. Su aporte no resolvía los problemas crecientes de una población más numerosa con mayores demandas. El tiempo libre del hombre comenzó a ser una conquista social, ineludible, de allí que millones de seres humanos comenzaron a recrearse junto a la naturaleza, cerca del lugar de residencia, como lejos de él.. Esta posición de considerar la realidad por partes, cede a la integración del medio ambiente como un sistema, esta teoría es representativa del siglo XX.