Dubai: menos rico, nunca pobre

Su arquitectura ostentosa, sus playas artificialmente perfectas, su espectacular nivel de vida. Todo eso pareció diluirse a comienzos de año, cuando la prensa anunció que la crisis estaba convirtiendo a este emirato árabe en una "ciudad fantasma", con Rolls Royce abandonados y extranjeros que huían en masa. La verdad, la crisis llegó, pero a la manera de Dubai: los millonarios aún disfrutan del ultralujo…

Estoy en Dubai. Aunque, hasta ahora, sólo he conocido el mesón de inmigración. Son las cinco de la mañana y unos señores vestidos con túnicas blancas me informan que para entrar necesitaba una visa temporal, y que esa visa no se otorga si uno entra y sale por el mismo país. En mi caso, Turquía.

Discutimos por mucho rato. Creen que quiero quedarme en Dubai. Como tantos: el 85 por ciento de la población es inmigrante. Pero aquí nadie quiere a un extranjero sin trabajo. La ley es implacable: el forastero que pierde su empleo debe encontrar otro en 60 días o irse. Desde que la crisis mundial golpeó a Dubai, muchos han dejado el país. No se sabe cuántos: el gobierno no da cifras oficiales.

En alguna parte del aeropuerto, mi mochila da vueltas y vueltas, abandonada sobre una cinta transportadora.

Reconozco que tengo parte de culpa: durante el viaje, en alguna parte perdí el papel que demostraba que sí, yo sí tenía reserva para el hotel más famoso de Dubai, el único siete estrellas del mundo: el Burj Al Arab.

–¿Qué? –pregunta uno de los hombres de blanco, con gesto desconfiado.

–Burj Al Arab –repito, esta vez con menos confianza.

–Buryalarab –me corrige el funcionario imperturbable–. Ellos tienen gente acá, y le pueden conseguir la visa.

Después de un par de horas en el lado oscuro de Dubai, mi suerte cambia.

Y de qué manera.

Me acerco al mesón del hotel en el aeropuerto, chequean mi nombre y, pronto, cuatro colleagues (como se llaman los empleados del Burj Al Arab, desde los gerentes para abajo) se encargan de todo. Eso significa que me acompañan hasta timbrar el pasaporte y recuperar el equipaje, me explican cada paso, me conversan si parezco aburrido y se mantienen a prudente distancia cuando me ven leyendo. Y siguen en eso hasta que me dejan en manos del chofer y su BMW serie 7 color crema (la alternativa es uno de los Rolls Royce Phantom de la flota propia del hotel).

Al llegar al Burj todavía conoceré nueve sonrientes y amables colleagues, que agradecerán cada comentario como si fuese una propina de cien dólares (y no perderán la sonrisa aunque no reciban ni un dirham: aproximadamente 3,6 dirhams por dólar), antes de llegar a mi habitación. Cuento: el botones, el jefe de botones, la chica que ofrece una toalla refrigerada y el chico con su bandeja de dátiles; May, que me entrega su tarjeta para que la contacte por cualquier duda, y Daniela, una sonriente macedonia; la recepcionista del piso 13 (cada nivel tiene su propio recepcionista), el jefe de mayordomos, y mi butler personal, que estará disponible 24 horas (no siempre será el mismo, pero siempre habrá uno por si lo requiriese).

El Burj Al Arab acaba de cumplir una década, y fue el emblema del concepto turístico que se quería desarrollar en la ciudad. Construido sobre una isla artificial (propiedad del sheikh), frente a una playa perfecta y privada, cuentan que cuando el sheikh llegó para la inauguracion, vio la estructura tan blanca por fuera como por dentro, y comentó: "No está terminado todavía". Entonces hubo que redecorar el interior: mármol de Carrara, granito, azulejos, alfombras tejidas a mano que se cambian apenas los pelillos parecen ligeramente doblados. Y oro. Sobre todo, oro.

Casi todo lo que brilla en este edificio sí es oro, incluyendo la grifería, los bordados en el cubrecama, y esa plancha curva que enmarca la pantalla plana del televisor del primer nivel de mi habitación dúplex de 170 metros cuadrados, una de las pequeñas del hotel.

El Burj es el hotel más exitoso de la ciudad (el promedio de ocupación anda por el 85 por ciento), y uno de los responsables del auge turístico de Dubai (sólo superado en la región por Egipto y sus pirámides, y con una estimación de visitantes de 15 millones para 2015). Con todo y crisis, en enero de este año 3,3 millones de personas pasaron por su aeropuerto.

Aquí se rompe uno de los mitos más recientes sobre Dubai, que fue rebautizada a comienzos de este año como la "ciudad fantasma", con historias de Rolls Royce abandonados en los estacionamientos del aeropuerto y extranjeros que huían en masa del emirato, debido a la oleada de despidos por la crisis.

La verdad es que Dubai sigue estando muy habitada y en sus calles aún se forman tacos que son un espectáculo por la cantidad de autos de lujo que es posible ver en un par de cuadras. El problema es que no hay claridad en las cifras sobre caída del empleo y la inversión: el Gobierno prohibió hace unos meses hablar del tema, bajo castigo de un millón de dirhams (unos 272 mil dólares). Sin embargo, si uno visita los malls o los cafés y restaurantes, ve que puede haber disminuido el gasto pero dentro de los estándares del súper lujo. Lo mismo pasa con el ingreso, que habría caído de unos 29 mil dólares al año a unos 25 mil, según estimaciones preliminares. En Chile, no llega a los 15 mil dólares (y hablamos de las épocas buenas).

Es hora del desayuno. En el restaurante más sencillo del hotel, el Bab Al Yam, junto a la piscina con vista a la playa, la recepcionista (escucha mi nombre una vez y no lo olvidará los siguientes tres días) me ubica en una buena mesa. Escucho las voces: son rusos. Vienen a menudo, están a cinco horas de vuelo y tienen el dinero que se necesita para disfrutar aquí. También vienen europeos (Dubai se ha convertido en destino playero).

El Burj, por cierto, tiene sus propios programas para los pasajeros: city tures en Rolls Royce, paseos en globos, safaris en camellos, circuitos en yates, recorridos en helicóptero (para eso tiene su propio helipuerto, que en 2005 sirvió para una insólita exhibición de tenis entre Roger Federer y Andre Agassi, a casi 200 metros de altura). En promedio, el hotel tiene 8 empleados por cada pasajero. El equipo incluye sommeliers especializados en regiones viñateras y hasta un pequeño grupo de buzos, responsables de mantener los acuarios gigantes que flanquean el lobby y que cubren el Al Mahara, el restaurante "submarino" del hotel, frecuente en las listas de los más lujosos e impresionantes del mundo.

A diferencia de sus vecinos, Dubai tiene escasas reservas de petróleo. Visionarios, los emires (desde el siglo 19 han sido todos de la familia beduina Al Maktoum) buscaron otros nichos y abrieron la economía al comercio internacional a mediados del siglo 20. En pocas décadas, Dubai se convirtió en centro financiero (el petróleo es apenas el 4 por ciento de los ingresos del país) y la población se multiplicó por diez.

Se dice que la de Dubai es una de las sociedades más liberales de Medio Oriente. Las chicas usan trajes tradicionales, sedas que envuelven el cuerpo y tapan la cabeza, según la tradición islámica, pero debajo llevan jeans de diseñador. Las vitrinas combinan prendas típicas y marcas famosas, y los malls (siempre hay uno por inaugurar), se hacen espacio para estrenar tiendas a cada rato (ahora se anuncia la apertura de una filial de la parisina Galeries Lafayette). Hasta el gobierno ha cedido algunos terrenos donde se han levantado templos de comunidades cristianas, hindúes y de otras confesiones.

Más liberal, sí, pero sigue siendo una sociedad musulmana. De una revista local, algunos tips para tener en cuenta: "Evite hacer gestos rudos con las manos cuando está manejando (…) Ventilar la frustración, sea física o verbalmente, puede resultar en su arresto"; "expresar sentimientos en público no es aconsejable (…) Cualquier cosa más allá de un beso en la mejilla puede ofender a aquellos alrededor suyo"; "revistas internacionales y diarios vendidos en Dubai están abiertos a censura; cualquier imagen subida de tono tendrá una marca negra, y las escenas eróticas son cortadas en todas las películas exhibidas en la ciudad".

La misma ciudad que tiene unos 600 rascacielos (de al menos cincuenta pisos), incluido Burj Dubai, una torre todavía en construcción –pero cuya estilizada silueta ya impresiona– y cuya altura definitiva aún no se revela, pero que andará por los 800 metros, será la más alta del mundo, albergará a unas 35 mil personas e incluirá los primeros Armani Hotels y Armani Residences.

Hace diez años, más allá de donde está el Burj Al Arab, sólo había desierto. Ahora, la Dubai Promenade, en la costa de The Palm, es una nueva cordillera inmobiliaria, y a ras de suelo bullen los cafés, restaurantes y paseos con vista al mar, que le han valido a Dubai un nuevo mote, "la Miami de Medio Oriente". Se suma a otros que aquí se toman por despectivos: "Las Vegas de Medio Oriente" y "la Disneylandia de Medio Oriente".

Pero algo de eso hay. Dubai parece diseñada por niños. Si uno mira desde los ventanales de Al Muntaha, el restaurante en el piso 27 del Burj Al Arab, lo que ve es Palm Jumeirah, un archipiélago artificial que forma una gigantesca palmera sobre las aguas del Golfo Pérsico. Y si uno toma un mapa, descubre una costa saturada de más figuras imposibles, islas artificiales que desde el cielo se ven como puestas de sol, planetas o continentes. Tierra adentro en el mapa, está el Mall of the Emirates (el más grande del mundo, con un centro de esquí artificial –la pista techada más grande del mundo–, tan popular que ya se planea un segundo, más grande, en otro sector de la ciudad), y luego, desparramados en el plano, otros proyectos con nombres como Dubai Camel Race Course, City of Arabia, Motor City, Jumeirah Park o Dubailandia, un complejo de parques temáticos dos veces mayor que Disneylandia, con resorts y hasta un campo de golf diseñado por Tiger Woods.

A fin de cuentas, un plano más parecido a un gran parque de diversiones que a una ciudad real.

Pero Dubai tiene rincones más auténticos. Como los mercados tradicionales de las especias y el del oro, en el centro de la ciudad, junto al embarcadero. Cerca de allí también está la mezquita Jumeirah, abierta a los turistas "para el entendimiento de las culturas", como dice el mensaje de su fundador.

Claro que no es llegar y caminar por Dubai. Las veredas se ven nuevas porque nadie las usa. Basta sentir los 39 grados celsius de calor (a las 10 de la mañana) para entender por qué los pocos peatones se cobijan en los paraderos de buses, cerrados y con aire acondicionado. Después de casi morir deshidratado en una avenida de la zona hotelera, aprendí esto: con crisis o sin ella, la mejor forma de recorrer Dubai es en un descapotable.

Datos prácticos

LLEGAR

Emirates (www.emirates.com) vuela a Dubai desde Sao Paulo.

DORMIR

El Burj Al Arab tiene tarifas desde 1.200 dólares por noche, aunque también trabaja con programas. www.jumeirah.com

MÁS INFORMACIÓN

www.turismodubai.com

www.chile-dubai.com

Dubai en cifras

2015 es el año en que se acabarán las reservas de petróleo.

1,5 millón de personas viven aquí.

85 por ciento de los habitantes son extranjeros.

29 mil dólares anuales era el ingreso per cápita hasta antes de la crisis.

100 dólares cuesta una hamburguesa de wagyu en el hotel Burj al Arab, símbolo de Dubai.

160 pisos y 54 ascensores tendrá la torre más alta del mundo, Burj Dubai, aún en construcción.

Fuente:Revista Diario El Mercurio

Texto y fotos, Mauricio Alarcon C., desde Dubai, Emiratos Arabes Unidos.

 

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