El mar hace bella a cualquier ciudad y ese es el caso de Lima que descansa en el transparente y azulado Pacífico. La ondeante ciudad hace de cada rincón una referencia al mar, desplegando miradores, costanera, paseos, bares, malecones para que los caminantes disfruten del sonido del mar que acaricia con fuerza los acantilados y produce el ruido más encantador y potente de esta capital: el agua que moviliza las playas de canto rodado…
Cuando el tiempo de visita es corto es conveniente caminar las ciudades, aunque queden afuera «puntos turísticos»: será el modo de conectarse de forma íntima con el lugar. Caminar Miraflores, perderse en San Isidro, bordear la costanera y disfrutar del Barranco son buenas opciones para armar las impresiones sobre Lima. Para muchos será también la posibilidad de redescubrir Lima luego de haberla «conocido» a través de los relatos de Mario Vargas Llosa que en sus novelas ha dedicado mucha pluma a transmitir con detalle cada centímetro de su ciudad.
Comer es sin dudas un gran plan en Lima. El mar una vez más aporta la distinción que numerosos chef saben combinar con los sabores criollos de este país. Almorzar en La Mar (avenida La Mar 770) puede resultar una experiencia inolvidable. La cevichería de Astrid & Gastón propone una entrada que sale como pan caliente. Es una paleta de colores que promete degustar los sabores originales de Perú: trozos de atún, calamar, camarones y vieyras, bañadas en leche de tigre, cremas de ajíes, rocoto y agridulces.
Todos los platos son delicias con excelencia, perfumados y riqiuísimos, en un clima agradable que relaja al comensal aunque no lo deja olvidar la alteza del servicio. Por supuesto sobresalen los ceviches y guisos pero también se distingue el chupé de camarones que aparece entre las sugerencias del día escritas prolijamente en un pizarrón. Suspiro limeño, postre típico para un buen final.
Cenar en Rafael (San Martín 330) puede ser quizás la mejor decisión si pasan por Lima, cocina de alta elaboración con sabores muy cuidados presentados con atractivas descripciones en la carta. Para arrancar los abrebocas más deliciosos son las entradas de pulpo a la parrilla, tiraditos y ceviches. Los platos son acompañados con emulsiones, una espumita que rodea a la pasta o el pescado elegido y tiñe los sabores con colores. Mero, pez espada, canelones de cangrejo, langostas y pastas rellenas son los más elegidos.
También Mala Bar puede ser una rica decisión. Concolón de camarones (un arroz cocinado en el fondo del ceviche) y especiales combianciones con frutos de la selva y el río distinguen este restaurante más metido en la ciudad.
Amaneceres y tardecitas son especiales para descansar en Larcomar, sobre la costanera, el Mango Café es un balcón al océano para tomar un aperitivo y respirar la brisa del mar. Para otros la opción es puertas adentro: con vidriera al mar se ofrece un café expreso más un purito por solamente 5 soles.
En Barranco, el acantilado propone pintorescos barcitos que rodean el Puente de los Suspiros e invitan a picar salteados del mar mientras se disfruta del Pacífico iluminado por la noche que no puede más que traer un encuentro romántico.
Una iglesia bellísima e iluminada y una cruz sin Cristo marcan este territorio que también encuentra otras paradas ineludibles como probar los anticuchos de corazón de Mario y los piscos del bar La Noche que bordea el final de una calle de boliches. Exótica, Hipnósis, Rústica Costa Verde y Llonja de Barranco coronan la zona bohemia que puede culminar en El Dragón, un lugar justo para acabar bailando hasta el amanecer.
Ya llegando al aeropuerto en retirada de Lima el chofer pregunta «¿Pero cómo? ¿No has comido en La Gloria? ¡Ese es el mejor restaurante de Lima!»… buena excusa para volver y seguir descubriendo los sabores de Perú.
Fuente:Micaela Paereyra / La Capital
Foto:mundofoto.net