El «Oasis of the Seas», de la empresa Royal Caribbean, puede llevar a más de cinco mil pasajeros.En el crucero más grande del mundo: barrios temáticos, parques y un restaurante que se eleva.Esta ciudad flotante de 100 mil ton. ofrece siete grandes áreas temáticas para cubrir los estados de ánimo de los pasajeros…
Tendrá siete madrinas que lo bautizarán, todas ellas celebridades, y en su tripulación trabajan 20 chilenos. Como una joven estadounidense de varias décadas atrás, el «Oasis of the Seas» -el mayor barco de pasajeros del mundo- hizo esta semana una de sus primeras presentaciones en sociedad.
El enorme buque de 100 mil toneladas, que abre la ruta a una nueva generación de cruceros de gran tamaño, se construyó en Finlandia y fue entregado a sus dueños, la Royal Caribbean, el 20 de octubre pasado. Costó US$ 1.400 millones, según relata Adam Goldstein, presidente y director ejecutivo de la compañía, mientras conversa animadamente con los pasajeros, que en esta ocasión son cerca de cuatro mil invitados especiales de todas partes del mundo, entre los cuales figura «El Mercurio».
El orgullo es entendible: el «Oasis of the Seas» para muchos de los entendidos es un barco revolucionario. No sólo por su tecnología sino también por su diseño arquitectónico. Presenta una distribución que se ha denominado «de barrios» y que incluye siete áreas temáticas que buscan dar opciones a los diferentes estados de ánimo del pasajero. Para darse una idea, imagínese una pequeña ciudad, con sólo los componentes agradables.
Entre estos «barrios», uno de los más llamativos es el «Central Park», un gran jardín con 12.175 plantas, tiendas y restaurantes a su alrededor; otro con carruseles y entretenciones para la familia. También hay una zona deportiva, piscinas, spa y un gran centro de acondicionamiento físico. Otro que despierta gran interés es el «Entertainment Place», el barrio que toma vida en horario nocturno con bares y casinos, y, finalmente, la zona para niños y jóvenes, un refugio que es quizás una de las secciones más amplias del barco, con juegos didácticos, electrónicos y discotecas.
Para no perderse, en diferentes lugares existen grandes pantallas digitales que le indican dónde está y cómo llegar a su destino. Uno de ellos puede ser otra de las novedades: un restaurante tipo ascensor, que va cambiando de piso, lo que le permite disfrutar de los distintos barrios.
Por supuesto que como todo gran barco, éste también tendrá a su madrina, claro que en esta ocasión serán siete las que tendrán el honor de bautizarlo. Para ello se celebrará una gran gala en Fort Lauderdale. Entre las madrinas figuran la cantante Gloria Estefan y Michelle Kwan -medallista de los JJ.OO. y la atleta de patinaje artístico más condecorada de los Estados Unidos-, entre otras.
El mayor proveedor de clientes para estos cruceros es el mercado estadounidense. De los cuatro millones de pasajeros que mueve al año Royal Caribbean, 75% son del país del norte. Pero su participación ha venido disminuyendo sostenidamente, y hoy se observa un incremento de los pasajeros de Europa, Asia y Latinoamérica. Se espera que estos últimos sean el 25% del total de los turistas que viajan en estas ciudades flotantes el año 2015. Bárbara Urzúa, representante de Royal Caribbean en Chile, dice que el crecimiento de los pasajeros chilenos es del 20% anual en los últimos cinco años. Agrega que la crisis no los afectó y que incluso pudieron cumplir las metas del 2009 en el mes de junio.
Sobre 20 chilenos forman parte de los tripulantes
Un barco tan grande como el «Oasis of the Seas» no podía dejar de tener a bordo varios compatriotas, más de veinte, trabajando en diversas áreas. Todos reconocen que el trabajo es exigente, pero ninguno piensa en retirarse, ya que califican de un «orgullo» el haber llegado al barco principal de la compañía.
Trabajan por contratos que duran seis meses, el tiempo que están embarcados. Luego salen de vacaciones entre seis y ocho semanas. En algunos casos, éstas son pagadas en parte o en su totalidad por la empresa. La compañía les cancela, además, los pasajes a su país natal. Si han cumplido bien su labor, se les renueva el contrato para otro período.
Hay varios chilenos que llevan más de 15 años en la compañía. Las reglas para la tripulación son estrictas: no pueden salir con los pasajeros, y muchos de ellos no pueden usar los mismos ascensores que los turistas, ya que existen áreas reservadas para la tripulación. Desde ciertos cargos hacia arriba, pueden usar las instalaciones, como los restaurantes, casinos, y compartir con los pasajeros en sus ratos libres. En general, todos señalan estar conformes con sus ingresos, que, para la mayoría, dependen de las comisiones y propinas. Es el caso de un garzón que tiene un sueldo base mínimo, pero con las propinas puede llegar a unos US$ 3 mil mensuales.
Mónica Moller es quizás una de las chilenas con mayor rango en este barco, como gerenta de fotografía y a cargo de 29 personas. Cuenta que lleva seis años y que le gusta viajar. Señala que este barco le impactó, y que cuando camina por el parque interno, o los otros paseos, se le olvida que va a bordo de un crucero.
Álvaro Morales es otro chileno que ha hecho carrera. Partió como garzón, y hoy está encargado de alguno de los tours.
Más que capitán, un verdadero alcalde de una ciudad flotante Carlos Pedercini es un ítalo-argentino y ex oficial de la marina trasandina. Llegó a la compañía hace 15 años y es uno de los capitanes más destacados de la Royal Caribbean. Si bien no está a cargo del «Oasis», fue uno de los que participaron en el proyecto y está capacitado para gobernarlo.
En entrevista con «El Mercurio» señala que cada crucero tiene dos capitanes, que se van reemplazando de acuerdo a sus días libres. Actualmente él está trabajando en el proyecto Asia con uno de los grandes barcos de la compañía para el desarrollo de las rutas en ese continente. Es categórico en señalar que, a pesar de la alta tecnología que existe en estos navíos, el factor humano sigue siendo fundamental en las decisiones de mando.
Explica también que su rol se extiende más allá de los tradicionales de un capitán, siendo la seguridad una de sus preocupaciones principales. En este sentido, le toca convivir con diversos problemas propios de los pasajeros, como dificultades de salud, quiebres matrimoniales y algunos excesos. Pero entre sus labores principales está mantener el ánimo y la capacitación de la tripulación que pasa seis meses viviendo a bordo para tener luego entre seis y ocho semanas de vacaciones.
Para lo anterior trata de conocerlos a todos, a través de reuniones, fiestas y competencias que se realizan cuando los pasajeros visitan algún lugar del recorrido o al anochecer.
A pesar de que en su ascendente carrera le ha tocado capitanear nueve barcos con diferentes tripulaciones, señala que permanentemente los oficiales están siendo capacitados no sólo en las nuevas tecnologías, sino también en el área de recursos humanos.
Pero también el capitán es responsable del negocio, y por ello no está ajeno al manejo de la hotelería, los restaurantes y los casinos. Sin querer reconocerlo, es una especie de alcalde de una verdadera ciudad flotante, con la diferencia de que en este barco conviven todas las razas y nacionalidades.
Fuente:JUAN JAIME DÍAZ /El Mercurio/elmercurio.com