De Río Tercero a Alaska en siete meses

Fue el viaje que hicieron en motor home una madre y sus dos hijas. El recorrido de 50 mil kilómetros las llevópor 15 países.“Un viaje familiar de aventura”, así definen María Elena Mazzoni (48) y sus dos hijas Verónica (21) y Manuela (16) Musso, el recorrido de 50.220 kilómetros que hicieron a bordo de una motor home , desde Río Tercero hasta Alaska…

El 22 de marzo de 2010 se subieron al vehículo que bautizaron “Tango” y regresaron el 3 de noviembre del año pasado. En esos siete meses y medio recorrieron 15 países.

Para cumplir ese sueño debieron postergar todas sus actividades. Manuela interrumpió sus estudios secundarios: “Ahora estoy rindiendo libre, ya aprobé ocho materias, me quedan ocho más”, dice.

Verónica debió demorar su carrera de Medicina.

María Elena fue el motor de la idea, a la que también invitó a su esposo y a su otro hijo, pero ellos no pudieron sumarse por sus tareas. “Hace cuatro años dije que Alaska no está tan lejos, que podríamos hacer el viaje. Al poco tiempo comenzamos el proyecto con el tema de pasaporte, visa, vacunas, etcétera”, recordó.

La suerte estuvo de su lado. “No tuvimos ningún inconveniente con el vehículo, que compramos (cero kilómetro) para este viaje”, cuenta María Elena. Se muestra feliz de haber compartido esa experiencia con sus dos hijas, con quienes –admite– las une una excelente relación familiar.

“Leímos el manual para usar el aire acondicionado”, acotó Manuela. Pero María Elena agrega, con tono de autosuficiencia: “Hubo un detalle de electricidad pero lo solucionamos nosotras”.

Tampoco las sorprendió ningún obstáculo vinculado a la inseguridad. Las tres coincidieron en que “los turistas están algo protegidos en países en que hay mucha violencia o golpea duro la guerrilla”. “En Colombia nos sentíamos más cuidadas, cada 30 kilómetros el Ejercito controla. Veíamos operativos permanentes con armas, desvalijando vehículos. Pero no nos afectaba”.

Para conocer la idiosincrasia de cada país tomaban “colectivos urbanos, trenes, balsas de maderas precarias, moto taxis. Así veíamos –subrayó María Elena– qué comían, qué usaban”.

El viaje les dejó varias enseñanzas. “Fue un proceso mental de dejar a mis amigos, dejar la escuela. Pasé de estar mucho tiempo con mis amigas a estar las 24 horas con mi madre y mi hermana. El viaje te abre la mente”, cuenta Manuela. Para Verónica también fue muy importante: “Fue una experiencia única, el viaje de mi vida, no habrá otro igual”. Y para la madre: “Fue aventura, desafío, dejar que te pasen cosas, vivirlas”.

Las tres mujeres emprendieron el viaje de desafío en plena época del Mundial de fútbol. “Llevábamos la foto de (Lionel) Messi adelante”, confesó entre risas Manuela. “Y en los controles policiales nos preguntaban ‘¿traen a (Diego) Maradona?’”, señala Verónica. Y agrega: “Había un buen concepto de los argentinos, te abrían la puerta en todos lados, hasta en Estados Unidos”. “Nuestra camiseta fue el mejor pasaporte”, deslizó María Elena.

María Elena estuvo siempre al volante: “Menos 100 kilómetros entre Colombia y Panamá, donde nosotras pasamos por avión y el vehículo por barco”.

Había días que recorrían 100 kilómetros. Otros, más de 600, desde la selva hasta las montañas nevadas.

Este viaje concluyó, pero el equipo ya planifica el segundo gran desafío, en el ferrocarril transiberiano. “De Moscú (Rusia) a Shangai (China) en tren, eso nos gusta”, adelanta María Elena.

El mate, desconocido en la frontera canadiense

Las tres viajeras no tuvieron problemas para atravesarlas fronteras. Pero en Canadá algo las detuvo.

Manuela contó que el problema fue con el mate y la yerba. “Les dijimos –recordó Verónica– que miraran por Internet. Ahí se enteraron qué era tomar mate”. “No nos íbamos sin eso”, dice entre risas María Elena.

No sólo por el mate sintieron diferencias. “El viaje se dividió en dos: de Argentina a Estados Unidos, la primera etapa. La segunda, desde allí hasta Alaska”, dice la madre de las chicas.

Verónica aporta: “En una hora parece que cambiás de planeta. En América del Norte está todo servido, no renegás con nada”.

Esta es la historia de una aventura de viajeras riotercerenses, para quienes “Alaska no está muy lejos”.

Fuente: www.lavoz.com.ar

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