Tierra del Fuego:La última bahía

La Bahía Lapataia, a pocos kilómetros de Ushuaia, tiene un microclima especial, al amparo de los últimos picos de los Andes, y especies de flora y fauna que no se ven en otros puntos tan australes, ya que se encuentra al sur de cualquier lugar habitado del planeta:…

el Fin del Mundo. Allí también finaliza la Ruta Nacional 3, que tras recorrer más de 3.000 kilómetros desde Buenos Aires, dobla al oeste en Ushuaia, el asfalto deja lugar a un camino de tierra al entrar al Parque Nacional Tierra del Fuego, gira en U en un bosque de lengas y coihues y desaparece sobre el pasto de un claro en Lapataia.

Los turistas se toman fotos con el cartel que señala el fin de la ruta y las distancias hasta La Quiaca y hasta Alaska, y aplauden a los recién llegados, que celebran con bocinas y gestos eufóricos el haber alcanzado ese punto extremo. Los fuertes vientos característicos de la Patagonia sur amainan al amparo de la cola de la Cordillera de los Andes, que protege a Ushuaia y permite que en Lapataia reine un microclima, con altos bosques entre ríos y lagos, y una fauna autóctona y exótica que no se ve en otros puntos de esas latitudes.

“Esto no es el Fin del Mundo, acá empieza el Mundo”, dice un guardaparques, parafraseando un slogan fueguino de promoción de la isla creado hace unos años, y muestra a los extranjeros el mapa en el que el vértice austral de América del Sur parece ser el origen del abanico que semeja el subcontinente. Algunos días no hay vientos de superficie en Lapataia, pero sí en la altura, y las nubes corren tan rápido que en pocos minutos se puede pasar de una fría llovizna y cielo encapotado a una tarde radiante de sol.

Desde la costa, contrariamente a lo que se puede esperar en el Fin del Mundo, no se ve un mar infinito hasta el horizonte tras el cual se puede adivinar la Antártida, sino la margen opuesta de la cerrada bahía, la isla Redonda y, allende el Canal de Beagle y generalmente entre oscuras nubes, la isla chilena Navarino. Unas pasarelas de madera permiten caminar sobre la turba de milenarios pastos muertos -aunque nunca descompuestos ni secos, gracias al frío y la humedad- y atravesar arroyos e hilos de agua, cerca de casales de cauquenes y algunas ratas-liebre que se confunden con los conejos importados que se volvieron silvestres.

En el norte de la bahía, la senda costera lleva a Ensenada Zaratiegui -conocida popularmente como Bahía Ensenada- por una playa de guijarros humedecidos por suaves olas transparentes. A diferencia de otras costas marítimas patagónicas, la vegetación es profusa y el agua refleja el verde de los guindos, o “árbol bandera”, cuyas copas fragmentadas como nubes se prolongan hacia el mar como si quisieran alejarse de las barrancas rocosas en que crecen. Los llaollaos, típicos hongos andino patagónicos, se destacan amarillos sobre los oscuros nudos de éstas y otras especies arbóreas. Sobre la margen izquierda del río Lapataia y del lago Roca, hay campings y sitios para picnics, donde conejos y liebres corretean próximos a los turistas. Desde allí, una caminata de unas dos horas lleva hasta el “hito 24”, en el cordón Pirámide, que marca el límite con Chile y es un virtual mirador desde el cual se tiene una espectacular panorámica de toda la bahía. Otra opción, en el extremo oriental del parque, es bordear el río Pipo hasta la cascada homónima, con sus saltos espumosos donde se estrecha entre grandes bloques de piedra marrón, que se destacan en medio del suave verde del pasto y arbustos con flores multicolores.
 

Fuente:www.lacapital.com.ar

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