Se trata del segundo humedal de América del Sur y una de las principales reservas de agua dulce del mundo, con una extensión de 1.400.000 hectáreas.
Caudalosos ríos y una tupida vegetación son el marco natural de ingreso a los Esteros, uno de los destinos más recomendados para ponerse en contacto con la naturaleza y disfrutar de su sonidos, con la presencia de más de 350 especies de aves.
Integrados por 60 lagunas bien delimitadas, cuya superficie está cubierta por variadas plantas acuáticas y juncos en las orillas, albergan también en sus alrededores enormes embalsados o camalotes en los que llegan a crecer altos árboles y se desarrolla una compleja biodiversidad.
En 1983, esta zona fue declarada como Reserva Natural del Iberá, a los fines de proteger uno de los ecosistemas más importantes del país.
Una exótica flora y fauna son marco ideal para imperdibles safaris fotográficos donde retratar durante los coloridos ocasos el particular brillo de las aguas que, de acuerdo a las leyendas locales, dieron nombre a este sitio en lengua guaraní.
Junto a los guías especializados, se podrá también descubrir las áreas de bañados que se forman por la acumulación temporaria de agua en las zonas más bajas.
Sólo una cuarta parte de las precipitaciones deriva hacia el Paraná a través del río Corrientes; del resto, se encarga la alfombra vegetal beneficiada por su gran extensión y escasa profundidad, que simula una eficiente represa reguladora.
Esta zona fue declarada como Reserva Natural del Iberá, a los fines de proteger uno de los ecosistemas más importantes del país
Entre las lagunas más importantes para recorrer están Iberá, Luna, Fernández, Trim, Disparo, Medina y Galarza, en algunas de las cuales es posible apreciar verdaderos islotes desprendidos de las costas.
En la primera se accede al Centro de Interpretación, en donde se explica, con material ilustrativo, la historia, geografía y biología de todo el parque.
Para acceder, es necesario pasar por el poblado de Colonia Carlos Pellegrini, a unos 120 kilómetros por camino de ripio desde la ciudad Mercedes, donde también vale la pena detenerse a observar sus antiguas construcciones.
Desde la Casa de los Guardafaunas -un equipo conformado por baqueanos de la zona-, parten senderos a través del monte, ideales para observar animales autóctonos, y para los más aventureros, hay paseos acuáticos que permiten acercarse hasta las especies más tímidas.
Sumadas a las formaciones florísticas como camalotales, juncales y embalsados, aparecen en algunas partes palmares de yatay, selvas en galería e isletas de bosques con algunos lapachos negros, quebrachos blancos e higuerones.
Sobre las aguas abundan irupés, yuyales, totoras y laureles, y en las islas hay jacarandáes, hierbas gigantes, ombúes, ceibos y sauces.
En lo que respecta a la fauna, el representante por excelencia es el yacaré, tanto el negro de hocico angosto, como el ñato u overo, de hocico ancho.
También se ven boas de agua, lobitos de río, carpinchos, ciervos de los pantanos, monos carayás o aulladores, zorros, liebres y vizcachas, entre muchos otros.
Para el otoño, son imperdibles los paseos en lanchas y canoas por la Laguna Iberá, con la oferta de diversos recorridos y la posiblidad de realizar safaris fotográficos.
Los más tradicionalistas pueden optar por los paseos en carros típicos por las calles de arena de Colonia Pellegrini, en donde se puede ver un rancho de adobe, auténtica muestra de la arquitectura tradicional correntina.
También, los pobladores de la colonia invitan a realizar cabalgatas al mejor estilo correntino, o bien los turistas pueden optar por caminatas por esteros y palmares.
En cuanto a la gastronomía, en la zona se elabora chipá y platos a base de mandioca, además de la especialidad en la degustación de frescos pescados provenientes del río.
Fuente: Télam
Foto:Alejandro Amdan