El turf llegó a la Argentina de la mano de los primeros inmigrantes británicos, que decían sentir nostalgia por el deporte preferido de los reyes. Adquirieron tierras en el partido de Nuñez, dando comienzo así a las pimeras carreras.
Esta actividad turfística, no pasó desapercibida en nuestro país, y fue ganando adeptos. Carlos Pellegrini, quien fue presidente de la Argentina, fundó en 1882 el Jockey Club. Su pasión por los caballos de carrera, lo llevaron a gestionar la adquisición de tierras en la zona de San Isidro y se abocó a la creación del hipódromo con el objetivo de fomentar la actividad turfística.
Varias veces expropiado, hoy pertenece nuevamente al Jockey Club y está ubicado en el partido de San Isidro, en la zona norte del gran Buenos Aires, a 22 kilómetros de Capital Federal.
Con el paso del tiempo, en 1940, se inauguraron las dos primeras canchas de polo, de las siete con las que cuenta actualmente.
Debido a circunstancias tanto políticas como económicas, la institución fue cerrada por períodos intermitentes, pero el 8 de diciembre de 1979 reabrió sus puertas totalmente modernizado.
La superficie cubierta alcanza 32.000 metros cuadrados, de los cuales 5.000 corresponden a la Tribuna Oficial, 2.000 a la de Profesionales y 7.000 al Paddock. La superficie de las tribunas abarca 18.000 metros, con capacidad para 100.000 espectadores.
El turf llegó a la Argentina de la mano de los primeros inmigrantes británicos, que decían sentir nostalgia por el deporte preferido de los reyes
Para acceder a la tribuna oficial se debe ser socio e ingresar con el carnet. Se exige el uso de saco y corbata y se pueden llevar invitados. En el tercer piso de esta tribuna se encuentra el salón VIP que cuenta con servicio de restaurante y confiteria.
Las apuestas se hacen en forma eléctronica mediante máquinas expendedoras venta-pago. Se instaló además un moderno sistema de iluminación artificial con 69 columnas y proyectores sobre tribunas, todo esto complementado con un circuito cerrado de televisión compuesto por 7 cámaras y 180 monitores para permitirle al espectador el seguimiento de las competencias.
Una estación satelital con antena de seis metros posibilita transmitir imágenes digitalizadas y codificadas.
San Isidro dispone también de 1.800 boxes distribuidos en 135 pabellones, donde se alojan la mayoría de los ejemplares que participan en las pruebas disputadas en el hipódromo.
La pista de césped, apta para carreras más rápidas, cuenta con 2.783 metros de extensión por 45 de ancho, en la cual pueden disputarse pruebas de mil metros sin codo. Una diagonal ofrece la opción de correr sin ninguna curva hasta 1.400 metros.
La pista de arena se inauguró el 1° de octubre de 1994. Su extensión es de 2590 metros con un ancho de 31 metros lo que permite la participación de 24 ejemplares por competición.
Este complejo hípico cuenta con salones que se utilizan para distintos eventos, tanto empresariales como familiares, siendo el Tattersall el salón donde se llevan a cabo los remates de productos Sangre Pura de Carrera. Emplazado en un sector del Paddock tiene capacidad para albergar 2.500 personas de pie.
La entidad cuenta con un sistema de agencias externas tanto en Capital Federal como en el gran Buenos Aires, y en diversas localidades del interior del país, desde donde se pueden efectuar apuestas.
Las dos competencias de excelencia que se corren en este predio son el Jockey Club y el Carlos Pellegrini, que se llevan a cabo en octubre y diciembre, respectivamente.
Devoto ferviente de las competiciones ha sido entre otros Carlos Gardel, quien en honor al jockey uruguayo Irineo Leguisamo, grabó el tema «Leguisamo Solo», con letra y música de Modesto Papávero, que aún hoy repercute como un eco en las tribunas populares.
Una de las anécdotas de algunos personajes famosos que frecuentaban el hipódromo, la cuenta la escritora Cristina Mucci, en su libro Divina Beatrice: «El cineasta Leopoldo Torre Nilsson todos los lunes empeñaba los prismáticos para pagar las deudas del fín de semana, y el viernes siguiente los volvía a recuperar. Cuando tuvo dinero, llegó a ir al hipódromo en su Mercedes Benz y volver en un Renault prestado.»
El parque que rodea al predio es digno de admiración. Cuenta con bulevares adornados con distintas especies de árboles, flores y plantas. Se pueden apreciar ombués y una especie de eucaliptus de tronco negro y flor roja.
El hipódromo de San Isidro corona el bullicio y la algarabía de las competencias con la fragancia que emana de sus parques y el nutrido colorido de su impecable paisaje, que ningún turista que se precie puede dejar pasar por alto.
Fuente y fotos: Télam
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