Recorre el mundo «a dedo» hace más de 20 años

Además de conocer todas las provincias argentinas, Gustavo Llusá (45) visitó 21 países de América y cinco de Europa. Viaja sólo con una mochila y sin llevar plata. Y come y duerme en casas de familias que conoce en el momento. Es de Quilmes. Recorrer cada rincón a pie, sin pesados equipajes. No mirar el calendario y tampoco ajustarse a tours contratados con antelación. Viajar con la remota práctica de “hacer dedo”. Nada de hoteles cinco estrellas sino casas de gente de buena voluntad que se conoce al andar…

 En síntesis: viajar sin plata. Al quilmeño Gustavo Llusá (45) el término trotamundos le queda chico. Es que en poco más de 20 años conoció todas las provincias argentinas, 21 países de América latina y cinco de Europa. Y va por más. Todo lo hizo llevando sólo lo puesto. Apenas subiéndose a un tren por donaciones que recibió y alimentándose gracias a la hospitalidad de quienes admiran su espíritu aventurero.

“Yo no viajo para buscar un lugar en el mundo, sino para que el mundo sea mi lugar. Pero quiero morir en Quilmes, de donde soy”, cuenta Llusá, quien en su blog veritvania.wordpress.com permite que la gente siga virtualmente su recorrido. Allí se pueden leer sus vivencias, ver las fotos de los lugares que visita, y también ofrecerle alojamiento y comida.

Desde chico le llamaban la atención los mapas y los globos terráqueos. Junto a un primo trazaba recorridos imaginarios en las enciclopedias, como dos aventureros. Así nació lo que es hoy es su estilo de vida, al que Gustavo tituló: “Camino a Veritvania”. “Muchos me preguntan dónde queda Veritvania y yo les contesto que está en algún lugar que aún no se descubrió”, le cuenta a Clarín desde su casa quilmeña, en un parate circunstancial de su periplo. Llusá no es un solitario: todos los días, esté donde esté, se comunica mediante un pequeño smartphone con sus hijos Melina (12) y Emilio (8).

El primer viaje lo hizo en 1992 por la Patagonia, sin destino fijo. “De Bariloche cruzamos a Chile, terminamos en Valparaíso y volvimos por Mendoza –recuerda–. Nos quedamos sin dinero a mitad de camino y descubrí que se disfrutaba más cuando se viajaba sin plata. A partir de ahí me planteé este proyecto”.

Llusá en su último viaje, por Colombia.

Al ser consultado sobre las anécdotas que atesora después de 20 años, responde: “Por suerte, nunca me pasó algo malo. Cada viaje me enseña más cosas en torno a las ventajas de no tener plata. Compartir el hogar con familias que uno conoce en el momento o disfrutar de la naturaleza en estado puro son cosas que el dinero hace más difícil”. Por eso sus viajes tienen fecha de inicio pero nunca de finalización. “Puedo tener una noción o intención de cuándo voy a volver, pero es impredecible. Cuando no se tiene plata, es el camino el que elige”, destaca.

Sus compañeros de ruta son siempre una mochila en la que traslada la bolsa de dormir, una muda de ropa alternativa a la que lleva puesta, un abrigo de lana, un teléfono celular y productos básico para su higiene. “Lo que no puede faltar son las ganas de viajar y la humildad. Con esas dos cosas no hay artículo u objeto que el camino no te pueda proporcionar”, sostiene.

Puedo tener una noción o intención de cuándo voy a volver, pero es impredecible. Cuando no se tiene plata, es el camino el que elige», afirma.

En cuanto a las rutinas en cada ciudad o pueblo donde para, enumera: “Leer las tapas de los diarios en los puestos y hojear libros en las librerías; hablar con los que viven en las calles o con los vendedores ambulantes; cada día hacerme un tiempo para escribir y fotografiar y buscar dónde dormir pasadas las seis de la tarde”.

El último viaje, que concluyó hace un par de semanas, arrancó el último día de 2014. Llosá cruzó a Fray Bentos por el puente San Martín de Gualeguaychú. Atravesó Uruguay y entró a Brasil, donde en tres meses recorrió 15 estados. Después, conoció las tres Guyanas (Francesa, ex Inglesa y Surinam), y siguió por Venezuela, Colombia y Ecuador. Luego, volvió por el Amazonas. En total, visitó 174 lugares en 11 países. En números significan 19.518 kilómetros en 207 días.

En su casa de Quilmes. Ya planifica dónde irá en 2016.

Este aventurero detalla que entre 2002 y 2003 vivió 16 meses en México y Guatemala, el mayor lapso de tiempo que pasó fuera del país. Cuenta que Surinam es uno de los rincones que más lo sorprendió. De Europa conoció lugares increíbles en Italia, Suiza, España y Francia. Y su bitácora de viaje ya tiene agendado para 2016 ir de Sudáfrica a Egipto.

“Cuando emprendo un viaje siento adrenalina, el corazón se acelera y la cara sonríe. Viajar es sólo una excusa para generar situaciones de vida, sentir el aroma de lo irrepetible. Viajar es hipervivir”, confiesa este hombre que sigue en la búsqueda de su ”Veritvania”. Y a pesar de sus millas de trotamundos, no olvida su barrio natal: “Soy arquitecto urbanista y siempre que en una ciudad veo una buena idea o una innovación, inmediatamente mi mente se traslada a Quilmes. Ojalá algún día se puedan ver realizadas”.

Fuente:www.clarin.com /por Carla Baez

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