Ubiicado en la puna de Salta, a 165 kilómetros de la capital provincial, históricamente basó su economía en la minería, pero hace unos 20 años comenzó a revertir su fuente de ingresos en favor del turismo, con la intención de convertirse en un polo de la actividad en la provincia.Su intendente, Leopoldo Salva, explicó a Télam que si bien «no tenemos verde ni colores, tenemos nuestra cultura, con la gastronomía andina, artesanías, paisajes andinos con montañas y salares y la fauna de la puna»…
Con el apoyo de programas provinciales de Turismo, la intendencia realizó cursos de capacitación para los prestadores locales, especialmente en hotelería, artesanías y servicios.
San Antonio de los Cobres cuenta con tres hoteles y una decena de hospedajes que completan unas 200 plazas hoteleras, a los que se suman casas particulares autorizadas cuando alguna actividad masiva lo requiere.
Antes, los turistas sólo se dedicaban a tomar fotos y comer casi al paso, pero ahora se abrió una serie de actividades como paseos en llama, excursiones en vehículos a salares y minas de la región y visitas a mallines congelados.
También se puede hacer turismo rural y hospedarse en granjas familiares o realizar trekking por los cerros cercanos a la ciudad, aunque se debe contemplar que el clima de la puna dificulta los movimientos de quienes llegan del nivel del mar.
Para llegar a San Antonio de los Cobres hay que recorrer caminos de montaña en buena parte de ripio y polvorientos, en subida, hasta llegar a una altura en el oxígeno es escaso y al visitante le es difícil respirar y, consecuentemente, moverse al ritmo normal.
Por el clima puneño, hay una gran amplitud térmica en el lugar, tanto entre la noche y el día como entre lugares soleados y con sombra, y el suelo es amarillento y reseco por un sol que lo castiga despiadado desde uno de los cielos más diáfanos del planeta.
Las señales de comunicación electrónica -internet o celulares- son nulas o apenas intermitentes y el viento árido del lugar curte la piel y desparrama salvajemente un grueso polvo arenoso por este pueblo de altiplanicie, donde entre vecinos y efectivos de la base del Ejército suman unas 7.000 almas.
La dura vida de estos pobladores tiene dos revanchas al año: una es el Carnaval Andino, en febrero, y la otra es la Fiesta de la Pachamama, durante agosto, y es esta última la que sirvió de pivot para el surgimiento del turismo como actividad productiva.
Salva explicó al respecto, que hace 20 años, encabezó con otros vecinos una iniciativa para que, además de la fiesta privada que cada uno hiciera en familia o con amigos, durante la Pachamama se hiciera una gran fiesta popular en el centro del pueblo, frente a la estación de trenes.
«Al principio muchos se negaron, hubo discusiones porque la difusión podía desvirtuar nuestra fiesta tradicional, pero luego vieron la parte buena en lo económico y el desarrollo que vendría, como ocurrió con el asfalto, el transporte», añadió.
El intendente aclaró que ahora vienen a la fiesta «muchos extranjeros, como alemanes, franceses, italianos, algunos brasileños y también argentinos de otras provincias, pero no se ha perdido el sentido tradicional; la ceremonia es la misma, encabezada por vecinos del lugar y además se hacen otros festejos en casas y clubes, como antes».
Desde aquella época en que el pueblo dependía sólo de la minería o las tareas rurales que los vecinos realizaban por su cuenta, ahora cerca de un 40% de los ingresos provienen del turismo.
A los 10 alojamientos que surgieron en estos años, además de los hoteles, se suman «algunas casas particulares que ofrecen hospedaje, unos 300 artesanos, 12 ó 13 locales gastronómicos y una decena de empleados municipales que están dedicados a promover y respaldar el turismo desde el Estado», señaló el intendente.
La artesanía del lugar es basada en materia prima netamente local y se destacan trabajos en cerámica, cuero, madera, tejidos y piedras.
Otro factor importante en el desarrollo turístico del pueblo es el Tren a las Nubes, la famosa formación que llega a 4.220 metros de altitud unos 20 kilómetros al oeste, en el viaducto Las Polvorillas.
Este tren turístico parte dos veces por semana desde la ciudad de Salta y en San Antonio de los Cobres es recibido con aplausos por los vecinos, comerciantes y turistas, cuando arriba a la habitualmente solitaria estación local haciendo sonar su silbato .
Allí, los pasajeros descienden para regresar a Salta en buses dispuestos por la compañía ferroviaria, pero antes pasean por el pueblo, consumen, compran y algunos pernoctan para disfrutar unos días de los nuevos servicios turísticos o emprender un viaje hacia otro punto de la puna.
Fuente y fotos: Télam / Por Gustavo Espeche Ortiz