NOA:Comienza la exploración del Camino del Inca en La Rioja con perspectivas turísticas

Un viento helado y polvoriento cubría la localidad riojana de Vinchina poco antes del amanecer, con una térmica de casi 10 grados bajo cero, cuando la expedición de guías y baqueanos partió hacia el Camino del Inca, en alturas de difícil acceso y aún vírgenes de turismo, para llevar al primer medio periodístico que visitaría esos vestigios arqueológicos…

Los tramos del Qhapaq Ñan en esta provincia están en las sierras de Famatina y, hasta ahora, fueron sólo recorridos por puesteros de cabras, baqueanos y guías, pero ni siquiera los especialistas de Naciones Unidas -que lo declaró Patrimonio de la Humanidad- llegados una semana antes pudieron subir debido a la dificultad del trayecto.

El recorrido se hace por la ruta nacional 76 hacia el sur y luego de un tramo de tierra, que cruza una tranquera e ingresa a una propiedad privada, se termina el camino y se debe subir por el lecho seco del río Las Pircas, cubierto de grandes piedras y troncos que arrastra el agua en los aluviones de verano.

Los baqueanos debieron abrir una huella a fuerza de pico y pala para las camionetas que llevaban a Télam y al fotógrafo independiente Ariel Mendieta, primeros representantes de la prensa en llegar al lugar.

Los vehículos se tambaleaban entre grandes piedras y arenales hasta llegar a un punto en que ni siquiera su sistema 4×4 les permitió seguir avanzando y hubo que continuar el camino a pie.

El sol ya había asomado sobre el cordón del Famatina y comenzaba a entibiar el ambiente, pero en el fondo del valle, Vinchina seguía cubierto por un manto amarillento del polvo que arrastraba «el troyano», un viento cordillerano, frío y sucio, que llegaba a través de la quebrada de La Troya.

El grupo de casi una decena de hombres no llegaba a romper la sensación de soledad que imponen esas montañas silenciosas, donde cada paso y cada piedra que rodaba o rama que se quebraba parecía generar un sonido capaz de oirse en cualquier punto de la serranía.

No menos imponente era el paisaje, con volcanes nevados en la cordillera de los Andes, allende el valle y el pueblo que había quedado atrás, y al frente, más allá de las bajas laderas cubiertas de plantas rastreras y arbustos, sobresalían los también blancos picos de cerros del cordón del Famatina.

Entre los primeros figuran algunos de los volcanes que conforman Los Seismiles riojanos -picos a más de 6.000 metros sobre el nivel del mar (msnm), como el Bonete Chico, el Veladero y el Reclus.

Delante del grupo y contra un cielo profundamente azul que aclaraba con el correr de las horas, asomaban el nevado General Belgrano, de 6.097 msnm, y el Overo Negro, que con sus 5.950 no parecía menor al primero.

Una caminata en subida de unos 5 kilómetros, entre piedras de diversos tamaños y formas, con bordes suaves por la erosión, permitió llegar a los primeros restos de las construcciones incaicas, a partir de los 2.000 msnm.

En el Camino del Inca no siempre se encuentran pucarás o grandes construcciones, sino también restos que apenas sobresalen del suelo o están cubiertos por la baja vegetación de altura tras cientos de años preservados de la influencia humana.

Ariel Varas, presidente de la Cooperativa de Guías de Turismo de Vinchina, y José Luis Pintos, el dueño de esas tierras, encabezaban la expedición, y su experiencia permitió llegar y advertir restos arqueológicos que hubieran pasado inadvertidos para el ojo inexperto.

Junto a algunos montículos naturales aparecían bases de habitaciones incaicas, circulares, de casi un metro de altura y semicubiertas por arbustos y yuyos como jarilla, tentitaco, ajenco e incayuyo.

Luego de pasar por un puesto de cabras abandonado, a los 2.400 msnm, aparecieron unas pircas y un corral de cabras indígenas de mayor altura que los anteriores y, muy cerca, Pintos mostró un piso circular de piedras de unos cinco metros de diámetro.

Luego, el lugareño comprobó que una línea de piedras que se destacaba en los cerros a la distancia, que era el Qhapaq Ñan, de ser extendida culminaría justo en el centro de ese círculo, aunque todos ignoraban el significado o motivo de tal coincidencia.

Más tarde, la expedición circulaba por ese sendero junto al abrupto borde de un barranco, que según Varas estaba sólo reservado a la realeza inca, y lleva a la Pampa de los Realitos, una gran explanada a 4.000 msnm, donde aseguró que podría aterrizar una avioneta.

Poco antes de los 3.000 msnm aparecían cada vez más restos arqueológicos, ya no sólo pircas sino también morteros, partes de vasijas y raspadores, pero el sol comenzaba a declinar y había que volver a los vehículos antes del abrupto descenso de temperatura que trae la noche en una zona de alta amplitud térmica.

Los guías comentaron que para la explotación turística será necesario generar infraestructura, con caminos que permitan a los vehículos llegar a mayor altura, y disponer lugares para acampar y poder acceder a la parte más alta del Camino del Inca.

Fuente y fotos: Télam

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