Catamarca:La localidad de Santa María crece como opción para todo el año

Santa María, una pequeña localidad de la zona centro-este de Catamarca, crece como destino turístico para todo el año gracias a la gran cantidad de sitios arqueológicos que posee en sus alrededores y al desarrollo de varios atractivos en su casco urbano.El pequeño poblado, que cuenta con casi 13.000 habitantes y está ubicado a 332 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca, se encuentra rodeado de sitios arqueológicos diaguitas e incas como Las Mojarras, Fuerte Quemado, Ruinas de los Quilmes, El Pichao y las Ruinas del Tolombón…

La localidad situada en la zona del oasis bajo riego del Valle de Yokavil, en la parte sur de los Valles Calchaquíes, al pie del Nevado de Aconquija, tambien desarrolló un circuito urbano donde sobresalen los recorridos por sus edificios de estilo colonial, por su bodega comunitaria, por su molino artesanal y por un telar familiar.

El Valle de Santa María o de Yokavil fue asiento de milenarias culturas de diversas parcialidades que habitaron la región con la más alta densidad poblacional de su época y donde se desarrolló la Cultura Santa María, que influenció durante centurias vastos territorios de Catamarca, Salta y Tucumán.

La huella de esa cultura puede apreciarse en las artesanías locales exhibidas en Museo Arqueológico Eric Borman, que reúne muestras de unos 11.000 años atrás hasta las cerámicas de los períodos agroalfareros antes de la llegada de los españoles.

Las artesanías de este espacio se caracterizan por sus tejidos regionales en colores vivos materializados en tapices, ponchos, matras, alforjas y colchas en lana de oveja y de camélidos americanos.

El Telar de Suriara, donde Manuela Escalante junto a sus cuatro hijos se dedica al tejido de lanas e hilados de llama y vicuña para confeccionar ponchos, mantas y pulloveres, entre otras prendas, permite apreciar en forma directa el trabajo de estos artesanos.

El emprendimiento familiar funciona desde 2006 y según Manuela «crece año a año gracias a la participación en ferias y a los distintos canales de comercialización que se fueron creando a través de la Secretaría de Turismo de Catamarca».

La directora de este telar señaló que el emprendimiento «se llevó a cabo con un crédito privado», aunque reconoció que su desarrollo «fue posible gracias al apoyo oficial para ampliar la lista de lugares de comercialización».

«Ahora recibimos pedidos de Buenos Aires, Córdoba y otras provincias y también de países limítrofes, y eso nos permite organizar el trabajo en base a la demanda», sostuvo la tejedora, quien destacó que las técnicas utilizadas para la confección de los tejidos «son ancestrales y se transmiten de generación en generación».

«La característica saliente de nuestros productos es que utilizamos tinturas naturales obtenidas de, por ejemplo, cortezas de árboles y cebollas», subrayó Escalante.

La Bodega Comunitaria de Santa María, que produce algo más de 70.000 botellas por año, es otro de los atractivos turísticos que se puede disfrutar en el caso urbano de esta pequeña localidad.

La visita a este sitio permite ver el trabajo a través del cual la producción de uva de las fincas ubicadas en los alrededores de esta localidad, es convertida en vinos de misa, malbec, cabernet, sirah, barbera y torrontés de la marca Prelatura.

«Lo mejor de cada producción lo ponemos en estiba y lo convertimos en vinos reserva y en vino de misa que mandamos al monasterio y a la casa de formación Santa Mónica de la ciudad de Buenos Aires», explicó el etnólogo Rubén Barroso, director de la bodega.

El pequeño poblado, que cuenta con casi 13.000 habitantes, se encuentra rodeado de sitios arqueológicos diaguitas e incas como Las Mojarras, Fuerte Quemado, Ruinas de los Quilmes, El Pichao y las Ruinas del Tolombón

El emprendimiento se desarrolla con el trabajo de once personas «y gracias a una buena política de comercialización que nos permite vender el total de nuestra producción, lo que les asegura un buen rendimiento económico a los productores de uva locales», sostuvo Barroso.

El Molino Herrero, que funciona desde hace más de 100 años, se dedica a la producción sin aditivos de pimentón, pimienta y ají molido, entre otras especies, y es una referencia obligada en un recorrido por el casco urbano de Santa María.

La producción todavía se realiza con máquinas artesanales cuyo manejo se transmite de generación en generación y «que permiten mantener los sabores y los aromas originales de las especies que se procesan», señaló Aldo Herrero, responsable del molino y nieto del fundador del mismo.

En el emprendimiento familliar donde trabajan cinco personas, él se encarga de seleccionar los granos de las especias que luego se van a procesar y además es responsable de la comercialización de los productos terminados.

«Trabajamos con restaurantes gourmet de todo el país, cuyos chefs llegan personalmente a elegir las especias, y también con frigoríficos, para los cuales la calidad de nuestros productos es vital», comentó Herrero.

Fuente y fotos: Télam

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