El legado de los Juegos Olímpicos transformó a Río de Janeiro en un destino muy diferente al conocido

La reciente realización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos permitió a la ciudad contar con una importante infraestructura al servicio del turismo y transformarse en una nueva y muy distinta «cidade maravilhosa».Uno de los puntos que fueron reconstruidos y revalorizados es Puerto Maravilha, una de las principales entradas y salidas de Brasil por mar que, por muchos años, permaneció casi oculto tras el muro de hierro y cemento que formaba la autopista Elevado da Perimetral…

Este proyecto transformó toda el área portuaria en un paseo abierto al público, donde el pasado, el presente y el futuro se conjugan: allí, la Plaza Mauá, el imponente Museo del Mañana, el de Arte de Rio (MAR) y el Pier donde descansan los cruceros, dan la bienvenida a una zona donde hasta hace poco sólo los aventureros osaban transitar.

El MAR es uno de los principales centros de exposiciones de la ciudad que, junto al del Mañana, con su imponente estructura que parece levitar y emerger de la Bahía de Guanabara, conforman el nuevo paseo cultural de la zona portuaria, conjugándose con las viejas instalaciones y barracas, para crear un paseo público que guarda similitud con la zona de Puerto Madero, en Buenos Aires.

El Museo del Mañana, obra del arquitecto español Santiago Calatrava, recibió el viernes 30 de septiembre, el premio Leading Culture Destinations Away, que lo reconoce como el mejor museo nuevo de Latinoamérica; el galardón fue concedido por la organización inglesa Leading Culture Destinations.

En la zona de barracas, el mural «Etnias», realizado especialmente para los Juegos, ocupa una extensa fachada del Boulevard Olímpico; firmado por el artista brasileño Eduardo Kobra, tiene 15 metros de altura y 170 metros de largo, magnitud que le aseguró el premio Guinnes al grafito más grande del mundo realizado en equipo.

Como vestigio del pasado, los restos de lo que fuera la Escada do Sal (Escalera de Sal), hacen revivir al visitante el camino por donde ingresaron los primeros esclavos traídos de África, que cantaron allí, al son de tambores, las añoranzas de su tierra natal que el paso del tiempo convirtió en Samba, el ritmo tradicional del Brasil.

Las obras de drenaje del puerto permitieron descubrir un sitio arqueológico, el Cais do Valongo, que fuera el punto de entrada y «acopio» de los esclavos; allí mismo, lo que fuera el Cementerio de los Pretos Novos fue recuperado para que pueda ser visitado por los miles de turistas que la ciudad recibe todos los años.

La también nueva Orla Conde es la espina dorsal de este recorrido y el lugar por donde transita el moderno tranvía eléctrico, identificado como VLT (Vehículo Leve sobre Vías), que une este novel punto de interés con la terminal de ómnibus, la zona céntrica de la ciudad y el aeropuerto Santos Dumont, en una extensión total de 28 kilómetros y 31 paradas.

Formó parte del Consorcio VLT Carioca, concesionario de la implementación, operación y mantenimiento del sistema, la División Transporte del Grupo Roggio, empresa argentina que aportó un equipo de profesionales, a cargo del ingeniero César Cano, que trabajaron en la ejecución del proyecto y su puesta en marcha; el equipo todavía está en Río ya que aún no finalizaron todas las obras.

En complemento, fueron inauguradas cuatro nuevas líneas del BRT (siglas en inglés de Bus de Tránsito Rápido), que permiten, junto al metro de Río, movilizarse por los diferentes barrios cariocas; Transoeste, presente desde 2012, une el balneario Barra da Tijuca con el aeropuerto Tom Jobim en un recorrido de 39 kilómetros; Transbrasil, une las barriadas oeste con el centro, transportando más de 800 mil pasajeros diarios.

Construida para servir a los Juegos, el BRT Transolímpica que conecta el barrio Deodoro con la localidad costera de Recreio dos Bandeirantes, fue la obra con las intervenciones más radicales, como la construcción de un túnel en el Macizo Pedra Branca.

Estas redes de transporte también facilitaron la circulación a través de nuevos puentes, como el Araújo Salles, ubicado a la entrada de Barra da Tijuca.

En esa localidad está ubicado el Parque Olímpico, con capacidad operativa para 16 modalidades olímpicas y 10 paraolímpicas.

Otro de los proyectos que fue definido para la ocasión es la rehabilitación del tradicional «bondino» que une Lapa con el bohemio barrio de Santa Teresa; este ícono carioca transita los Arcos de Lapa, en un trayecto corto que será extendido en octubre.

Otro punto turístico que puede considerarse como el legado de los Juegos es el Parque Madureira, que cruza ocho barrios en sus cinco kilómetros: es la mayor área verde de Río, albergue de las más variadas expresiones culturales y poseedora de la mayor pista de skate del país y de una playa artificial.

El presidente del Embratur (Instituto Brasileño de Turismo), Vinicius Lummertz dijo a Télam, respecto a la incidencia del megaevento, que «Rio de Janeiro hacía mucho tiempo que no recibía inversiones ni públicas ni privadas» por lo que los aportes que le llegaron por las olimpiadas «son importantísimos».

Lummertz agregó que un caudal de «60.000 millones de reales» elevaron de «29.000 a 60.000 la cantidad de habitaciones disponibles en la ciudad» y que «la zona de Barra de Tijuca, ahora dispone de 12.000 habitaciones más, ya que se conecta ahora con subterráneo con el sector de Leblon e Ipanema».

El impulso innovador que generó la ola de los Juegos aún continúa: para el 8 de noviembre está prevista la inauguración del acuario AquaRio, que con sus 26.000 metros cuadrados será el más grande de Latinoamérica.

Toda la obra construida, los espacios ganados como consecuencia de los Juegos Olímpicos, darán la sensación, a quienes tuvieron la oportunidad de visitar Río en el pasado cercano, de haber llegado a otro lugar, a otro destino. Sin dudas, ahora sí, maravilloso.

Fuente y fotos: Télam Por Marcelo Foresti

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