Las playas de Porto de Galinhas, en Pernambuco, sorprenden por la belleza de sus cristalinas piletas naturales y el verde de los cocoteros.Paisajes, increíbles hoteles, la mayoría de cuatro o cinco estrellas, se alinean sobre la costa a lo largo de varios kilómetros compitiendo en belleza, servicio y proximidad con el mar…
Cuando el «jangadeiro» se aleja unos pasos, se agacha entre los manglares y vuelve con un frasco en la mano, uno no sabe aún que adentro viene un tesoro. Corcoveando tímidamente en el agua aparece un hipocampo. Es macho, explica el balsero, por eso está «grávido»: porta en su cuerpo los huevos que proceden de la hembra, la única con que se apareará a lo largo de su vida. El hallazgo ocurre en el Pontal de Maracaípe, un estuario asombroso a apenas 5 kilómetros de Porto de Galinhas, el paraíso rodeado de piscinas naturales con que el nordestino Estado de Pernambuco se jacta de ofrecer una de las playas más bellas de Brasil.
Después, ya en la «vila», se podrá conocer más sobre esos mágicos caballitos de mar en la sede local del Projeto Hippocampus, una parada tan obligatoria como el Museo de la Tartaruga (tortuga en español), dos ONGs dedicadas a la preservación de ambas especies.
«Algunas personas lo creen lindo, otras lo encuentran extraño. Nosotros creemos que él debe continuar existiendo», es el lema de Hippocampus.
La especie que habita allí, unas de las tres que se encuentran a lo largo de la costa de Brasil, se llama Reidi y está amenazada por la pesca y la contaminación. Por eso, cuando nace un caballito, es devuelto al mar con apenas un día.
El Museo de la Tartaruga es a su vez sede de EcoAssociados, una organización que trabaja para proteger a cuatro de las cinco especies de grandes tortugas marinas brasileñas que nadan en los mares de la zona: la pente, la oliva, la cabezuda y la verde.
Cuando desde la fundación advierten que una tortuga ha puesto huevos en la playa, trazan un camino protegido para que las diminutas bebés (de un centímetro y medio) logren llegar al mar. Es que de cada mil que nacen, sólo una o dos llegan a adultas. Pero la maravilla animal es apenas un hito en la increíble oferta de belleza de Porto de Galinhas.
Ubicada a 52 kilómetros al sur de Recife, la también sorprendente capital de Pernambuco (ver aparte), Porto de Galinhas ofrece un litoral paradisíaco reiteradamente elegido como el mejor de Brasil. Va desde Muro Alto a Pontal de Maracaípe, pasando por las playas de Cupé.
Increíbles hoteles, la mayoría de cuatro o cinco estrellas, se alinean sobre la costa a lo largo de varios kilómetros compitiendo en belleza, servicio y proximidad con el mar. En el pueblo de Porto de Galinhas y Maracaípe se multiplica la oferta con posadas más accesibles, hostels e incluso aparts a pocos metros de la playa.
Cada sector ostenta su maravilla, pero la vida y sobre todo los viajes suelen ser demasiado cortos como para poder permanecer todo el tiempo que se desearía en cada uno de ellos. Si la estadía no es muy extensa, se puede realizar un paseo en buggie a lo largo de 18 kilómetros, de punta a punta de esa costa. En varias de las playas —Muro Alto, Porto de Galinhas— las barreras de arrecifes forman piletas de aguas tibias, tranquilas y cristalinas. En los más de 4 kilómetros de la costa de Cupé, donde se concentra la mayoría de los hoteles y posadas, esas piscinas se alternan con el mar abierto, por lo que hay más oleaje y se puede jugar en el agua. Los cocoteros y la arena blanca llaman también a la fascinante contemplación del horizonte y a largas caminatas sin apuro.
En dirección a la «vila» luego siguen las playas de Porto de Galinhas, donde se concentran las mejores piscinas naturales.
Hacia allí parten, cuando la marea está bien baja, otras balsas de pescadores usadas también ahora para fines turísticos. Por ley no se puede permanecer en esas piletas más de una hora, pero el tiempo alcanza para meterse en ellas y flotar rodeados de peces celestes y amarillos.
Hay más. A unos pocos kilómetros está Maracaípe, con sus grandes olas ideales para el surf y amadas por el público más joven. Y un poco más allá se llega a Pontal de Maracaípe, en el que el río homónimo desagua en el mar en un escenario resplandeciente de bancos de arena y corales donde dan ganas de ser Robinson Crusoe.
Aparte del mar, las piscinas, las olas, los peces y toda la belleza natural, también se puede disfrutar del pueblo, donde las gallinas y otros personajes tallados en madera por el escultor Gilberto Carcará pueblan las calles principales.
Para guarecerse del sol del mediodía y sobre todo al atardecer, los turistas que están fuera de los hoteles recorren las tienditas de ropa y artesanía —donde abundan todos los modelos de gallinas imaginables— y se sientan a disfrutar de una cerveza o una caipirinha y de la deliciosa gastronomía pernambucana.
Obvio que por ser un pueblo de mar, pescados y mariscos no faltan nunca en el menú, como tampoco el popular arroz y feijao, la tapioca rellena (dulce y salada), el bolo de rolo y otras exquisiteces importadas desde otros Estados del Brasil, entre ellas la moqueca de «peixe» o «camarao». Platos internacionales y la universal pizza también figuran en cualquier menú.
Escapadas
Si con las espectaculares costas de Porto Galinhas no alcanzara, se ofrecen además excursiones accesibles a las increíbles «Praia dos Carneiros» (también pernambucana) y Maragogi (ya en el Estado de Alagoas), desde la cual es simplemente imperdonable no llegar en buggie a las playas de Antunez y da Bruna. Si es con máscara y snorkel, mejor.
Recife, la capital que se reinventa
Lejos de ser sólo una puerta de ingreso rumbo a playas cercanas por su cada vez más activo aeropuerto internacional, con el que Rosario tiene conexión directa, Recife merece una visita a conciencia. Ultramoderna e histórica a la vez, de escala vertical por sus altísimos e innumerables edificios, y horizontal por sus playas increíbles, la capital de Pernambuco es, para los desprevenidos, toda una sorpresa. La mejor.
Dueña de un litoral de arrecifes de coral que le dan su nombre y surcada por ríos que desaguan en el mar y se comunican por puentes, Recife logra funcionar al mismo tiempo como destino de vacaciones, de negocios y de conocimiento.
Contando su área metropolitana, la población supera los 5 millones de habitantes. La ciudad propiamente dicha se levanta sobre tres islas: Recife, fundada en 1537; San Antonio y Boa Vista, que alberga el majestuoso litoral de playas urbanas y la mayoría de los grandes hoteles.
La capital del frevo
La ciudad es la capital del frevo, el ritmo declarado patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco y el que agita el mayor «carnaval de calle» del Brasil. Como es de imaginar, dispone de su propio «templo», el Paco do Frevo, un espacio interactivo que puede visitarse en el centro histórico de Recife.
Otras atracciones en el área patrimonial son la praca do Marco Zero y el Centro de Artesanato de Pernambuco, la Embaixada dos Bonecos Gigantes, el Museo Cais do Sertao y antiguas iglesias. Con tiempo y ganas, hay mucho más. Por ejemplo, paseos diurnos y nocturnos en catamarán.
Hasta llegar al centro, se pasa por enormes almacenes portuarios ya reciclados como espacios comerciales y culturales o en vías de serlo. Y a Recife, para los que aman salir de compras, no le faltan tampoco shoppings.
Olinda, la eterna joven
A apenas 7 kilómetros de Recife desgrana casi cinco siglos de vida la ciudad de Olinda, que suma a su encanto colonial el marco azul del mar en que se recuesta y el verde de la vegetación que le da sombra.
Con un centro histórico que hace casi cuatro décadas se declaró patrimonio cultural de la humanidad, Olinda fue fundada dos años antes que Recife, en 1535.
Sus calles empedradas y sinuosas donde los vecinos aún sacan las sillas, sus iglesias de estilo barroco colonial y sus museos, merecen un tiempo propio para caminarla sin prisa y disfrutarla con todos los sentidos.
También su carnaval es famoso, cuando el frevo se adueña del casco patrimonial. Durante esos días es otro entonces el pulso con que late Olinda, mágicamente antigua y a la vez siempre joven
Datos útiles
• Vuelo directo Rosario-Recife por Azul Líneas Aéreas: con tasas incluidas, a partir de USD 386.
* Paquete (con IVA incluido): aéreos + 7 noches en Porto Galinhas en hotel 4 estrellas sobre el mar (base doble), con desayuno buffet incluido + traslados: USD 850.
Fuente y fotos: www.lacapital.com.ar